Contexto histórico
Domingo F. Sarmiento escribió Facundo en 1845, durante su segundo exilio en Chile, como un ataque contra Juan Manuel de Rosas, gobernador de Buenos Aires en la época.
El libro fue un análisis crítico de la cultura argentina bajo el punto de vista del escritor, representada en hombres como Rosas y el líder regional Juan Facundo Quiroga, principalmente en San Juan. Tanto Rosas como Quiroga eran caudillos, es decir, jefes de masas populares en armas que para Sarmiento eran expresión de una forma de gobierno bárbara.
El libro de Sarmiento es una crítica y un síntoma de los conflictos culturales de Argentina abiertos a partir de la Independencia. En 1810 Argentina había comenzado el proceso de independencia de España, pero tres décadas después Sarmiento protestaba por el atraso en que aún permanecían las instituciones y la organización económica del país. La división política de Argentina se debatía entre la ideología de los unitarios (apoyados por Sarmiento), quienes querían un gobierno centralizado, contra los federales, quienes creían que las regiones debían ser autónomas. El conflicto entre unitarios y federales estaba íntimamente ligado al poder que la Ciudad de Buenos Aires pretendía ejercer sobre el país, así como el control del comercio internacional y la apropiación de las rentas de la aduana. En aquel entonces, la Ciudad de Buenos Aires integraba la Provincia de Buenos Aires, y era la ciudad más grande y más rica del país debido a su cercanía con el Río de la Plata y al océano Atlántico. Buenos Aires no sólo tenía acceso al comercio, sino también a las ideas y a la cultura europea. Estas diferencias económicas y culturales causaron una tensión creciente entre las provincias. Aunque oriundo de la ciudad de San Juan, ubicada en el oeste de la Argentina, en la región de Cuyo, en el límite con Chile, Sarmiento sostenía la ideología unitaria.
Conflicto entre unitarios y federales
El conflicto entre unitarios y federales comenzó a mediados de la década de 1810, con el enfrentamiento entre porteños y la Liga Federal, liderada por José Artigas. El problema se generalizó a partir de 1819, cuando el Congreso Constituyente aprobó la Constitución Argentina de 1819, una constitución unitaria que fue rechazada por las provincias, las que a su vez derrocaron al Directorio en 1820 y se declararon autónomas, dejando al país sin un gobierno nacional en una serie de hechos conocidos como la anarquía del Año XX. En 1826 el presidente Bernardino Rivadavia nacionalizó la Ciudad de Buenos Aires, su aduana y su ejército, en tanto que un nuevo Congreso Constituyente aprobó la Constitución Argentina de 1826, otra constitución unitaria que fue rechazada por la mayoría de las provincias. Los acontecimientos de 1826 desembocaron en una serie de enfrentamientos armados entre unitarios y federales en todo el país. En ese momento se produjo la primera guerra entre unitarios y federales en el interior (1825-1827), en la que se destacaron el federal riojano Juan Facundo Quiroga y el unitario tucumano Gregorio Aráoz de Lamadrid, y la segunda guerra entre unitarios y federales en el interior (1829-1831), durante la cual Juan Manuel de Rosas asumió por primera vez como Gobernador de la Provincia de Buenos Aires y que tuvo su punto de mayor tensión con el enfrentamiento entre la unitaria Liga del Interior -comandada por el general José María Paz y en la que se alistó Sarmiento como oficial-, y el Pacto Federal. Los unitarios apoyaron la presidencia de Rivadavia (1826-1827), en tanto los federales se opusieron. Sin embargo, bajo este gobierno, bajaron los salarios de los trabajadores, y los gauchos fueron encarcelados u obligados a trabajar sin recibir una paga.
Desde 1828 se instalaron y se fueron reemplazando distintos gobernadores de Buenos Aires, comenzando con el federal Manuel Dorrego. Dorrego pudo retener el gobierno muy poco tiempo y fue fusilado por el general unitario Juan Lavalle, el cual tomó el poder. Lavalle fue a su vez derrotado por una milicia de gauchos liderados por Rosas. A finales de 1829, la legislatura designó a Rosas como el gobernador de Buenos Aires. Rosas fue gobernador durante dos períodos, 1829-1831 y 1835-1852. Gobernó con la suma del poder público y las facultades extraordinarias, es decir con poderes absolutos, apoyado por La Mazorca, una organización parapolicial que perseguía a sus adversarios, generando el terror y muchos asesinatos. Durante buena parte de este período un gran número de intelectuales, de unitarios y de federales en situaciones políticas adversas a las posiciones del rosismo (tanto bonaerenses como de las demás provincias de la Confederación Argentina) se vio obligado a emigrar a otros países, principalmente a Chile y a Uruguay. Sarmiento, oriundo de la provincia de San Juan, se exilió dos veces antes de escribir esta obra: la primera vez fue debido a la derrota militar de la Liga del Interior, de la que era oficial, en 1831; la segunda, en 1840, fue durante el gobierno de Nazario Benavídez luego de ser encarcelado por éste acusado de sedicioso.
Facundo Quiroga
Juan Facundo Quiroga, conocido como "El Tigre de los Llanos", fue un caudillo proveniente de la provincia de La Rioja. Se opuso al gobierno de Bernardino Rivadavia al asumir como presidente de la Nación (1826-1827), quien lo enfrentó con sus efectivos al mando de Gregorio Aráoz de La Madrid, a quien venció en las batallas de El Tala, (1826) y Rincón de Valladares (1827). Para 1828 era muy poderoso en las provincias desde Catamarca hasta Mendoza. Se unió a otros caudillos con el propósito de impulsar el federalismo. Fue derrotado por el general José María Paz en las batallas de La Tablada y la Oncativo, tras lo cual se dirigió a la provincia de Tucumán. Allí derrotó a Lamadrid en La Ciudadela (1831), desbaratando a la Liga Unitaria, luego de que Juan Manuel de Rosas derrotara a Juan Lavalle en Buenos Aires en la batalla de Puente de Márquez (1829). Quiroga era partidario de redactar una constitución regida por el federalismo pero tales iniciativas contaban con la férrea oposición de Rosas, quien consideraba que la organización nacional era aún prematura.
Rosas envió a Quiroga en una misión diplomática al norte, a recomponer las relaciones entre Salta y Tucumán. A su regreso fue asesinado el 16 de febrero de 1835 en Barranca Yaco (Córdoba) por una partida al mando de Santos Pérez que emboscó su carruaje. Existen controversias sobre la autoría intelectual del asesinato, habiendo teorías que la atribuyen a Rosas, al gobernador santafesino Estanislao López o a los hermanos Reinafé. Tres hermanos Reinafé (José Antonio, José Vicente y Guillermo) y Santos Pérez fueron condenados, y los tres últimos ejecutados en 1836.
Juan Manuel de Rosas
Juan Manuel de Rosas fue un gobernador de la provincia de Buenos Aires que recibe tratamientos altamente polarizados entre los historiadores. La corriente historiográfica clásica, fundada por Bartolomé Mitre, a la cual subscribe Sarmiento, considera a Rosas un dictador o tirano sanguinario y es pronunciadamente crítica con su gestión. El revisionismo histórico en Argentina es una corriente que, en oposición a la escuela mitrista, defiende a Rosas y lo considera un férreo defensor de la soberanía nacional ante las pretensiones de las potencias europeas.
Rosas nació en una familia adinerada de un alto nivel social (sus orígenes eran de la más rancia nobleza española; Domingo Ortiz de Rozas, antepasado suyo, fue Conde de Poblaciones y capitán general de Chile), pero la estricta educación que recibió lo influenció psicológicamente de manera muy profunda.16 Sarmiento afirma que debido a la madre de Rosas, «el espectáculo de la autoridad y la servidumbre deben haberle causado impresiones muy duraderas». Poco después de llegar a la pubertad, Rosas fue enviado a una estancia y permaneció allí más de veinte años, sin tener participación activa en los sucesos que culminaron en la Revolución de Mayo de 1810. En el campo aprendió a manejar el lugar y, de acuerdo a Manuel Bilbao en "Historia de Rosas" pobló sus campos con gente que le fuera adicta, incluyendo a desertores y fugados, que al recibir la protección de Rosas dejaban de ser buscados por las autoridades. En el poder, Rosas encarceló a los residentes por razones desconocidas, lo cual Sarmiento define como actos similares al tratamiento que Rosas le daba al ganado. Sarmiento argumenta que con este método lograba que los ciudadanos conformasen «el ganado más manso y ordenado que existiese».
El primer período de Juan Manuel de Rosas como gobernador duró sólo tres años. Su gobierno, asistido por Juan Facundo Quiroga y Estanislao López, gobernadores de La Rioja y Santa Fe, respectivamente, fue respetado y Rosas fue halagado por su habilidad de mantener la armonía entre Buenos Aires y las zonas rurales. El país cayó en el caos luego de la dimisión de Rosas en 1832, y en 1835 fue convocado nuevamente para gobernar la provincia. En esta ocasión, regresó con un gobierno más autoritario, obligando a todos los ciudadanos a apoyar su gobierno, utilizando el eslogan "¡¡Viva la Santa Federación, mueran los salvajes unitarios!!". Según Nicolas Shumway, Rosas «obligó a los ciudadanos a usar la insignia roja de los federales, y su imagen apareció en todos los lugares públicos... los enemigos de Rosas, reales e imaginarios, fueron encarcelados, asesinados o llevados al exilio por la mazorca, una banda de espías y matones supervisados personalmente por Rosas. La publicación fue censurada, y los periódicos porteños se vieron obligados a defender el régimen».
Domingo Faustino Sarmiento
En Facundo, Sarmiento es tanto el narrador como uno de los protagonistas. El libro contiene elementos autobiográficos de la vida de Sarmiento, además de la vida de los argentinos en general. También expresa y analiza su propia opinión y relata algunos eventos históricos. Dentro de la dicotomía del libro entre la civilización y la barbarie, el personaje de Sarmiento representa a la civilización, identificada con las ideas europeas y norteamericanas; apoya la educación y el desarrollo, y se opone a Rosas y a Facundo, quienes simbolizan la barbarie.
Sarmiento fue un educador, periodista, militar y político que se adhirió al movimiento unitario. Durante el conflicto entre unitarios y federales, peleó contra Facundo en varias ocasiones. En España se convirtió en miembro de la Sociedad Literaria de Profesores.23 Sarmiento regresó de su exilio en Chile, en donde comenzó a escribir Facundo, como político. Pasó a ser miembro del Senado luego de la caída de Rosas, y en 1862 asumió como gobernador de San Juan, cargo al que debió renunciar por la oposición popular en 1864.24 Bajo su gestión fue asesinado el popular caudillo federal y general Ángel Vicente Peñaloza, luego de lo cual su cabeza fue cortada y puesta en exhibición clavada en una lanza en la plaza de la ciudad de Olta.25
Fue presidente de la Argentina durante seis años (1868–1874). En su presidencia, Sarmiento se concentró en el progreso, los ferrocarriles, el telégrafo, la inmigración, la educación, la ciencia y la cultura. Sus ideas se basaron en la civilización europea; para él, el desarrollo de un país debía basarse en la educación: "educar al soberano". En los primeros años de su presidencia finalizó la Guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay (1864-1870) iniciada durante el gobierno de su antecesor, el presidente Bartolomé Mitre, la cual diezmó la población paraguaya y arrasó completamente su territorio.26 En 1871, se desató en Argentina una grave epidemia de fiebre amarilla, por la cual murieron catorce mil personas, provocada por las malas condiciones de higiene y saneamiento derivadas, en gran parte, de la Guerra contra el Paraguay. Sobre el final de su gobierno, Sarmiento fundó los primeros colegios militares y navales de Argentina.
Sarmiento no sólo fue un personaje reconocido por sus méritos, sino también por las polémicas que desató. Tenía una postura muy clara a favor del exterminio de los aborígenes -que asediaban permanentemente a las poblaciones de la frontera a través de los malones- y de los gauchos, a los que veía como un obstáculo insalvable para el avance de la civilización, del poblamiento y la pacificación de Argentina: «¿Lograremos exterminar los indios? Por los salvajes de América siento una invencible repugnancia sin poderlo remediar. Esa canalla no son más que unos indios asquerosos a quienes mandaría colgar ahora si reapareciesen. Lautaro y Caupolicán son unos indios piojosos, porque así son todos. Incapaces de progreso, su exterminio es providencial y útil, sublime y grande. Se los debe exterminar sin ni siquiera perdonar al pequeño, que tiene ya el odio instintivo al hombre civilizado»
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miércoles, 30 de septiembre de 2015
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