En 1884, el dictador uruguayo Máximo Santos encargó al famoso pintor Juan Manuel Blanes un retrato del general Artigas, de quien solo había un dibujo de su rostro en la ancianidad. El pintor recurre a las conocidas frases e ideas del prócer para imaginarlo y, entre los registros, encuentra los apuntes de Guzmán Larra, un espía español que había sido contratado por el triunviro de Buenos Aires Manuel de Sarratea para matar a Artigas, setenta años atrás. En aquella época, Artigas había emigrado con su pueblo errante y fugitivo para acampar a orillas del arroyo Ayuí, acosado por los imperios español y portugués y las intrigas de las autoridades de Buenos Aires.
Haciéndose pasar por periodista de un diario estadounidense, Larra encuentra el campamento de Artigas después de contactarse con su madre y ser conducido por el esclavo liberto Ansina. La mezcla de familias humildes, gauchos e indígenas en un campamento de 8000 personas, a la vez caótico y militarizado, impacta a Larra, quien va observando e integrándose a él, después de un intento fallido de asesinar a Artigas. Comienza a dudar de su misión y, finalmente, cambia de bando y termina muerto por quienes lo enviaron en su misión.
A su vez, el pintor Blanes va creando una imagen de Artigas como líder y protector de los desamparados que luchan por su libertad. De esta manera, pinta un cuadro que es totalmente desechado por Santos y que debe transformar en el retrato de un militar junto a la puerta de la Ciudadela, que es el más conocido.