sábado, 3 de diciembre de 2016

Cartilla del Campo - 1867

El estudio del pasado es fundamental para comprender la trayectoria histórica de una nación. Escrita por Pedro Fernández Niño entre 1808 y 1817, la Cartilla de campo es un texto privilegiado para comprender el ambiente rural chileno, sus tareas tradicionales y las costumbres de la gente de campo.

Para el estudio y conocimiento de las costumbres del siglo XIX, son escasas las fuentes que nos informan sobre aspectos de la vida cotidiana, hoy fundamentales para comprender la trayectoria histórica de una nación. La Cartilla de campo y otras curiosidades, dirigidas a la enseñanza y buen éxito de un hijo escrita por Pedro Fernández Niño en Chicureo, entre 1808 y 1817, constituye un texto privilegiado para el conocimiento del ambiente rural chileno, sus tareas tradicionales y las costumbres de la gente de campo. La obra -de acuerdo al estudio del historiador Rafael Sagredo- representa un singular ejemplo de la forma en que el conocimiento práctico, forjado en el trabajo cotidiano, se trasmitió en el siglo XIX. Los conocimientos y experiencias que se traspasaban en forma oral de padre a hijo, Fernández Niño decidió transcribirlos en el papel.

En primer lugar, se preocupó de aconsejar acerca de las labores del campo; como la matanza, la vendimia, la fabricación de aceites, y tejas, el manejo de caballos y mulas y la tradicional trilla: "El día que determinas la trilla, previenes 200 o 300 yeguas: gente de a caballo; y de a pie con bastantes horquetas; de modo que desparramada la cuarta parte del trigo contra las orillas de la hera; entran todas las yeguas y lo pisan. A la primera vuelta o segunda que dan; apartas la mitad de dichas yeguas; y las separas, para remudar las que quedan adentro; haciendo que las primeras den nueve vueltas; tres vueltas para cada lado: así para que dichas yeguas resuellen y se alienten; como para que el trigo con eso más se muela".

Hombre práctico, el hacendado enseñó en su Cartilla a llevar los cálculos y las operaciones matemáticas básicas y a fijar la hora en el reloj a partir de la posición del sol. También instruía a su hijo en los afanes del trueque y a realizar cuentas para testamentos.

Preocupado no sólo del éxito en los negocios sino también de la salud de su descendencia, entregó recetas de remedios caseros para los malestares y enfermedades más frecuentes, las cuales constituyen un interesante testimonio de la tradición oral y popular. Para todo había una receta: empachos, mal olfato, escasez de leche en amas, venenos, picadura de animales, mal de ojo, sordera y ronquera. Para el dolor de muelas, por ejemplo, entrega el siguiente consejo: "no hay remedio como sacarlas: pero si está picada; quema unos cartuchos de papel blanco, recibiendo el humo en un plato de plata; y aquel aceite que esto produce, con el tajo de una pluma que sea nueva, untas la picadura sin tocar a la carne; que al tercero día se te cae la muela".


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