General de la Nación Argentina. 1890 aprox., Jujuy, familia rural |
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viernes, 19 de enero de 2018
martes, 9 de enero de 2018
Martina Chapanay
Martina Chapanay, oficial sanmartiniana, vengadora de la muerte del caudillo riojano Angel "El Chacho" Peñaloza.
Martina Chapanay nació a la vera de las lagunas del Guanacache, entre San Juan y Mendoza, en 1811, el mismo año que Sarmiento. Era hija, según algunos, de un indio huarpe. Según otros, de un cacique toba chaqueño, de nombre Juan Chapanay. Si fuera hija del toba, la leyenda dice que Juan se refugió entre los indios huarpes, “en una zona donde se formó un desierto”. Su madre fue una cautiva blanca llamada Teodora, quien era huérfana y a la que Juan Chapanay rescató de una sangrienta pelea donde dos hombres terminaron decapitados. "La Chapanay" se crió en el hogar de sus padres, que por su tamaño y la dedicación de Teodora, se transformó en la escuela y el centro de catequesis del lugar. Pero la muerte prematura de la mujer dejó al marido turbado y a Martina abandonada.
Cuando era adolescente, Martina se destacaba por sus aptitudes de jinete y cuchillera, su habilidad para hacer galopar caballos en los arenales, pialar terneros, cazar animales y nadar con gran destreza. Era una mujer de contextura pequeña, pero fuerte y ágil. De bellos rasgos, su cabello era negro lacio y de tez morena. Al elegir la vida de montonera comenzó a utilizar la vestimenta de los gauchos: (chiripá, poncho, vincha y botas de potro), tal como se representaba en las estampas y tallados de madera.
Cuando murió su madre, su padre la entregó a Clara Sánchez, de la ciudad de San Juan, que la educó con rigor. En respuesta, Martina logró escapar, encerrando a toda la familia en la casa.
A partir de ese momento, Martina vivió con los huarpes y se transformó en ladrona y asaltante de caminos, repartiendo lo que robaba entre los más pobres.
Luego convivió con el bandido Cruz Cuero, jefe de una banda que asoló la región por años. Se dijo que incluso atacaron la Iglesia de la virgen de Loreto, en la provincia de Santiago del Estero. Esta relación con Cruz terminó en una tragedia, ya que Martina se enamoró de un joven extranjero que secuestraron; Cruz golpeó a Martina y mató al joven de un balazo, pero Martina mató a Cruz con una lanza y quedó como jefa de la banda.
Sucesivamente, Martina se unió con sus secuaces al caudillo Facundo Quiroga. Martina continuó luego luchando al lado de los caudillos y del Chacho Peñaloza, hasta que le ofrecieron el indulto y un cargo de sargento mayor en la policía de San Juan. En ese cuerpo militar se encontraba el comandante Pablo Irrazábal, el asesino de Peñaloza. Martina lo retó a duelo, pero éste no tuvo lugar porque el oficial se descompuso por el miedo y pidió la baja.
Luego ofreció sus servicios al general San Martín, quien la nombró chasqui del ejército.
Se cuenta que un antiguo oficial sanmartiniano, el cura Elacio Bustillos, cubrió la tumba de Martina con una laja blanca, sin ninguna inscripción, ya que “todos saben quién está allí”
https://www.facebook.com/revisionismohistoricoargentino/photos/a.1517118025004715.1073742060.168950939821437/1517118068338044/?type=3&theater
Martina Chapanay nació a la vera de las lagunas del Guanacache, entre San Juan y Mendoza, en 1811, el mismo año que Sarmiento. Era hija, según algunos, de un indio huarpe. Según otros, de un cacique toba chaqueño, de nombre Juan Chapanay. Si fuera hija del toba, la leyenda dice que Juan se refugió entre los indios huarpes, “en una zona donde se formó un desierto”. Su madre fue una cautiva blanca llamada Teodora, quien era huérfana y a la que Juan Chapanay rescató de una sangrienta pelea donde dos hombres terminaron decapitados. "La Chapanay" se crió en el hogar de sus padres, que por su tamaño y la dedicación de Teodora, se transformó en la escuela y el centro de catequesis del lugar. Pero la muerte prematura de la mujer dejó al marido turbado y a Martina abandonada.
Cuando era adolescente, Martina se destacaba por sus aptitudes de jinete y cuchillera, su habilidad para hacer galopar caballos en los arenales, pialar terneros, cazar animales y nadar con gran destreza. Era una mujer de contextura pequeña, pero fuerte y ágil. De bellos rasgos, su cabello era negro lacio y de tez morena. Al elegir la vida de montonera comenzó a utilizar la vestimenta de los gauchos: (chiripá, poncho, vincha y botas de potro), tal como se representaba en las estampas y tallados de madera.
Cuando murió su madre, su padre la entregó a Clara Sánchez, de la ciudad de San Juan, que la educó con rigor. En respuesta, Martina logró escapar, encerrando a toda la familia en la casa.
A partir de ese momento, Martina vivió con los huarpes y se transformó en ladrona y asaltante de caminos, repartiendo lo que robaba entre los más pobres.
Luego convivió con el bandido Cruz Cuero, jefe de una banda que asoló la región por años. Se dijo que incluso atacaron la Iglesia de la virgen de Loreto, en la provincia de Santiago del Estero. Esta relación con Cruz terminó en una tragedia, ya que Martina se enamoró de un joven extranjero que secuestraron; Cruz golpeó a Martina y mató al joven de un balazo, pero Martina mató a Cruz con una lanza y quedó como jefa de la banda.
Sucesivamente, Martina se unió con sus secuaces al caudillo Facundo Quiroga. Martina continuó luego luchando al lado de los caudillos y del Chacho Peñaloza, hasta que le ofrecieron el indulto y un cargo de sargento mayor en la policía de San Juan. En ese cuerpo militar se encontraba el comandante Pablo Irrazábal, el asesino de Peñaloza. Martina lo retó a duelo, pero éste no tuvo lugar porque el oficial se descompuso por el miedo y pidió la baja.
Luego ofreció sus servicios al general San Martín, quien la nombró chasqui del ejército.
Se cuenta que un antiguo oficial sanmartiniano, el cura Elacio Bustillos, cubrió la tumba de Martina con una laja blanca, sin ninguna inscripción, ya que “todos saben quién está allí”
https://www.facebook.com/revisionismohistoricoargentino/photos/a.1517118025004715.1073742060.168950939821437/1517118068338044/?type=3&theater
viernes, 5 de enero de 2018
El pueblo mapuche y la campaña libertadora de San Martín
La importancia del pueblo mapuche en el cruce de los Andes y como borrar estos acontecimientos de “la historia oficial”.
Martín Leonardi
Pareciera que la construcción del enemigo interno avala cualquier tipo de argumento falaz y hasta ridículo.
“Historiadores” y operadores se pasean a diario por los medios cómplices en esta construcción despachándose con frases como “los mapuches son chilenos” o “exterminaron a los tehuelches, quienes eran argentinos”.
En primera instancia, tanto los mapuches como el resto de los pueblos originarios o nativos son anteriores a la creación de los Estados (chileno o argentino) en este caso.
Tan anteriores que el Wallmapu (nombre dado al territorio que ocuparon los mapuches históricamente) fue defendido contra las invasiones primero del imperio inca y luego del imperio español, cuatro siglos antes de la creación del Estado argentino.
Imperio español que ha reconocido al Wallmapu como un ente soberano en el Parlamento de Quilín, en donde se fijaría la frontera en el Río Biobío. Ambas partes se comprometerían mediante “acuerdos de paz” que como bien sabemos, no fue cumplido por la potencia colonialista.
Los tehuelches por otra parte, no “se extinguieron”, sino que desde hace varios años luchan para demostrar que continúan existiendo y, en la Patagonia austral, han comenzado a identificarse en el espacio público como aonek’enk. Los responsables de su marginación e invisibilización no fueron los mapuches, sino las políticas de colonización”. Se puede leer en una investigación reciente llevada a cabo por la Sección Etnología, perteneciente al Instituto de Ciencias Antropológicas de la Universidad de Buenos Aires.
A su vez, las alianzas matrimoniales entre unos y otros y los desplazamientos producidos por el avance de los Estados sobre sus territorios dieron lugar a que muchas familias se identifiquen en el presente como mapuche-tehuelche, tal como ocurre en la actual provincia de Chubut.
Es necesario este repaso para contrarrestar la versión oficial y sesgada que se está intentando instalar respecto al origen de los pueblos nativos.
Más allá de la ancestral lucha que lleva a cabo el pueblo mapuche, el objetivo del presente artículo es dar cuenta de la importancia de su aporte como pieza clave en la liberación del continente americano de la sujeción española.
Más precisamente en el inicio de la campaña libertadora llevada a cabo por Jose de San Martin con el cruce de los Andes. Lo cual permitió luego la creación tanto del Estado argentino como el chileno que, paradójicamente y desde mediados del siglo XIX vienen oprimiendo, asesinando y desplazándolos de sus tierras.
Antes de iniciar su campaña libertadora San Martín dejaba bien en claro con quienes contaba y con quienes no:
“Los ricos y los terratenientes se niegan a luchar, no quieren mandar a sus hijos a la batalla, me dicen que enviaran tres sirvientes por cada hijo solo para no tener que pagar las multas, dicen que a ellos no les importa seguir siendo una colonia.
Sus hijos quedan en sus casas gordos y cómodos. Un día se sabrá que esta patria fue liberada por los pobres y los hijos de los pobres y los negros que ya no volverán a ser esclavos de nadie”. (Olazabal, Manuel de (1942) Memorias del coronel Manuel de Olazábal: refutación al ostracismo de los Carreras. Episodios de la guerra de la independencia. Estab. Gráf. Argentino).
En octubre de 1816, el general San Martín convocó a un parlamento “indígena” a los caciques pehuenches-mapuches del sur de Mendoza. En su plan estratégico para el cruce de los Andes, el acuerdo con ellos era decisivo: además del permiso para atravesar esos territorios porque eran sus dueños, el militar que sólo cuatro años antes había llegado de Europa conocía la cordillera por mapas, mientras los nativos la atravesaban en uno y otro sentido desde hacía siglos.
En septiembre de 1816 San Martín le había escrito a Pueyrredón, por entonces director supremo de las Provincias Unidas:
“he creído del mayor interés tener un parlamento general con los indios pehuenches, con doble objeto, primero, el que si se verifica la expedición a Chile, me permitan el paso por sus tierras; y segundo, el que auxilien el ejército con ganados, caballadas y demás que esté a sus alcances, a los precios o cambios que se estipularán: al efecto se hallan reunidos en el Fuerte de San Carlos el Gobernador Necuñan y demás caciques, por lo que me veo en la necesidad de ponerme hoy en marcha para aquel destino, quedando en el entretanto mandando el ejército el Señor Brigadier don Bernardo O´Higgins”. (Galasso Norberto (2000) Seamos libres y lo demás no importa nada, Buenos Aires, Editorial Colihue)
Pero la colaboración no se limitó solo al conocimiento de los mapas.
También cumplieron un papel esencial en la Guerra de Zapa. En la cual mediante la formación de guerrillas por toda la zona central de Chile se logró dar inicio a la insurrección y la desarticulación del Ejército Real y así dar paso al Cruce de los Andes.
Previo a estas acciones del ejército libertador chileno, los pueblos originarios de la región acordaron con San Martín que darían a los enemigos una información falsa acerca de los pasos por los cuales iba a cruzar y solicitarían ganado a cambio para que les creyeran. De este modo, los obligaba a dispersar fuerzas y debilitar el verdadero terreno de ataque.
Luego de los rituales del caso, el Libertador les dijo: “Yo también soy indio” y les comunicó que iba a pasar a Chile con todo su ejército y cañones “para acabar con los godos que les han robado la tierra de sus padres”. El acuerdo se selló con un abrazo a cada uno de los caciques y el intercambio de regalos. San Martín recibió un poncho blanco cuyas guardas tenían un diseño que lo designaba Toki, jefe guerrero.
Los lazos estrechados entre los pueblos nativos de la región cuyana y el ejército de los Andes dieron origen a una de las frases más recordadas de su General Jose de San Martin:
“Si no tenemos dinero, carne y un pedazo de tabaco no nos han de faltar; cuando se acaben los vestuarios, nos vestiremos con las bayetitas que nos trabajan nuestras mujeres y si no, andaremos en pelotas como nuestros paisanos los indios. Seamos libres y lo demás no importa nada. La muerte es mejor que ser esclavos”. (Olazabal, Manuel de (1942) Memorias del coronel Manuel de Olazábal: refutación al ostracismo de los Carreras. Episodios de la guerra de la independencia. Estab. Gráf. Argentino).
San Martín veía a los mal llamados “indios” como paisanos. Aliados en contra de las potencias colonialistas europeas.
Si bien tanto en la campaña libertadora de Chile como en la del Perú convocó a los pueblos originarios como fuerzas “auxiliares”, no se propuso desarrollar con ellos una gran fuerza social para un nuevo ejército independentista. Lo cual seguramente hubiese demandado cambios mucho más radicales en el orden social heredado de la colonia.
No obstante, la relación que mantuvo San Martín con expresiones del pueblo mapuche fue muy distinta a la que asumieron aquellos que se hicieron del poder desde 1861 en la Argentina.
Recordamos que, desde esa fecha y luego de la batalla de Pavón comenzaría a operar el filtro liberal de Bartolomé Mitre quien además de dar inicio al periodo de la Republica conservadora fue quien “escribió” la historia oficial, borrando la importancia de los pueblos originarios en la campaña libertadora.
A partir de este momento y con la llegada al poder de los liberales de la “generación del 80” (Sarmiento, Avellaneda, Roca) se iniciaría un genocidio contra los pueblos originarios que se sigue perpetrando de diversas formas hasta la actualidad.
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