domingo, 17 de mayo de 2015

Creación de los vago

Gauchos apresados por la policía, fotografía de Francisco Ayerza, Colección Witcomb, Archivo General de la Nación. c. 1885.

La figura de la vagancia fue construida oficialmente durante el siglo XIX en las provincias, mediante legislación específica dirigida a controlar a la población rural y someterla a la dependencia laboral. Esta política benefició a los hacendados y a la oligarquía productiva.

Por Víctor Ramés
cordobers@gmail.com


Los “vagos y mal entretenidos” eran así calificados y encuadrados a la vista de una consecuente ideología productiva, y designaba a quienes, desde el fondo de la colonia, habían gozado de una atávica libertad respecto de las relaciones de dependencia laboral: los “gauchos” que hasta entonces se consideraban “mostrencos”, igual que ciertos caballos sin dueño. Damos un breve recorrido histórico a la formación de la figura de vagancia depositada en personas de las clases populares, operación realizada por el estado argentino durante el siglo XIX.
Todo empezó en 1804, cuando el Virrey Marqués de Sobremonte dictó un auto de buen gobierno, en el que establecía que “conviniendo al buen orden por todos términos desterrar la holgazanería en que viven muchos que debían estar ocupados en oficio o labranza o de peones de campo, ordeno que todos los que deben vivir asalariados por falta de oficio o bienes propios, se conchaben en el término de un mes, y tomen papel de amo conocido que bajo su firma acredite estar a su servicio, cuidando de renovárselo cada dos meses, y en esta inteligencia las patrullas, partidas y rondas no necesitarán otra prueba para aprehenderlos por vagos que la de faltar este papel”.
La famosa “papeleta de conchabo” rigió durante una centuria. Tras la revolución de Mayo, el gobierno de Rivadavia sancionó en 1815 la Ley de vagancia y mal entretenimiento, por la cual quienes no tuviesen consigo la papeleta, podían ser considerados vagos y mal entretenidos (o sospechosos de serlo) y en consecuencia encarcelados o incorporados al ejército de frontera.
La papeleta de conchabo y la ley de vagancia fueron instrumentos coactivos de encuadre de los habitantes rurales, en su mayoría mestizos, que hasta entonces no conocían lazos de dependencia personal como sí los tuvieron durante la colonia los esclavos y los indígenas de encomienda. A partir de estos dispositivos de control, el estado puso fin al modo de vida libre de la población rural, que era vista como una amenaza a los derechos de propiedad, al orden y a la moral de los dueños del poder productivo. Se reprimían con estas normas la afición al juego y al alcohol, así como formas de la mendicidad y el merodeo. Sin duda, los mayores beneficiarios de las medidas eran los ricos hacendados, al cubrirse las necesidades de reclutamiento de fuerza de trabajo rural mediante esta imposición.
Así fue construida la figura del “vago” en los inicios de un capitalismo dependiente local, a lo largo de todo el siglo XIX. Un vago era aquel que, al no poseer papeleta de conchabo, demostraba carecer de “oficio, profesión, renta, sueldo, ocupación o medio lícito con que vivir”.
Hacia fines del siglo diecinueve, el diario La Conciencia Pública de 1885 publica una especificación sobre la represión de la vagancia en Córdoba por parte del Poder Ejecutivo provincial, aclarando que la libreta de conchabo “comprende tanto a los peones que estén bajo las órdenes de sus patrones, como a todas las personas del servicio doméstico, exceptuando únicamente aquellas que tengan bienes suficientes para vivir o ejerzan un arte, profesión o industria que les proporcione su subsistencia.”
La mirada finisecular se enfoca en los mendigos y en el ocio de los pobres urbanos, como el diario El Porvenir de 1892, que aborda el tema Mendicidad y vagancia en la ciudad de Córdoba, donde “llama la atención el desagradable espectáculo que desde mucho tiempo atrás vienen ofreciendo nuestras plazas y calles públicas, de innumerables mendigos, verdaderos y falsos, de todo sexo y edad, que no dejan de perseguir al transeúnte y a los vecinos con los más diversos pedidos”. Tras consideraciones sobre la necesidad de dar una solución a esa población de desheredados, el artículo concluye que “hay que hacer más que socorrer a los pobres de siempre y mantener los inválidos de los accidentes comunes o de las pasadas conmociones sangrientas. Se trata de un verdadero mal, de funestas consecuencias, que ha tomado cuerpo en las esferas inferiores del organismo social y amenaza propagarse más y más”.
Una última cita la extraemos de La Libertad de 1898, que compara las reacciones sociales frente a la reglamentación del servicio doméstico y a la ley de vagancia. “No hace mucho que la prensa de la metrópoli, también la de las provincias, emprendió una enérgica campaña contra las leyes llamadas de vagancia. (…) La ley de vagancia que se ha puesto en vigencia en San Luis, dará oportunidad a la prensa metropolitana para ocuparse de ella, atacándola en la misma forma que atacó la que existía en Tucumán. Y será curioso ver a esa prensa combatiendo las leyes de vagancia y defendiendo la reglamentación del servicio doméstico.” Y concluye que “eso es lo que ha de traernos el desquicio y la confusión que se está fomentando con flagrantes contradicciones en la discusión de los intereses sociales.”
En Tucumán, la oligarquía azucarera se había beneficiado extraordinariamente con mano de obra gracias al régimen sobre conchabo y vagancia. Y en San Luis, un poco a destiempo de la historia, la ley de vagancia fue aprobada en la Cámara Legislativa provincial precisamente en 1898. Las menciones del diario cordobés demuestran cómo a fines de ese siglo se alzaban ya públicas voces denunciando el tipo de control sobre los pobres introducido por esa compulsiva reglamentación laboral.

http://diarioalfil.com.ar/2015/02/18/creacion-de-los-vagos/


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