Si bien el cine argentino no toca el tema tanto como el norteamericano (no se sabe por qué razón), la esclavitud en nuestro país fue igual o más cruenta que la del país del norte. Hacia 1853, con el gobierno de Juan Manuel de Rosas, un terrateniente cercano a las “clases populares”, si bien no se abolió totalmente la trata de esclavos africanos, la mayor parte fue obteniendo su libertad. Aunque muchos de ellos desaparecieron de forma misteriosa o muriendo en guerra (el llamado “Sargento” Cabral, famoso por salvar al General San Martin en batalla, era uno de ellos. Negro. Y no era Sargento).
La ópera prima de Mauricio Brunetti toca el tema a fondo y sin pruritos: El señor Güiraldes (un inoxidable Lito Cruz) es el amo y señor de la estancia La Mercedaria en 1853. Allí vive junto a su esposa Mercedes (Beatriz Spelzini) y su pequeño hijo casi inválido por la polio, Rodrigo. En La Mercedaria abundan los esclavos, que son sometidos a crueles tratos por parte de los capataces y el propio dueño, quien está obsesionado con una joven negra llamada Eloisa (María Nela Sinisterra), a quien veja sexualmente cada vez que se le da la gana. EL suicidio del hermano de Eolisa, junto al incipiente embarazo de un bastardo en el vientre de la esclava, hacen que la estéril tierra de La Mercedaria se convierta en un campo de batalla y voluntades, donde la superstición, el odio y el racismo tendrán su justo castigo.
15 años luego de su partida a la ciudad, Rodrigo (Ludovico Di Santo) vuelve a la estancia paterna junto a su esposa Bianca (Sabrina Garciarena), solo para seguir encontrando el desprecio de su padre, a su madre enferma y a un halo de mistrio que ahora recorre como una pesada carga en el hogar, el cual solo ha conservado 2 esclavos “libres”. El prematuro embarazo de Bianca la hará conectarse con los fantasmas del pasado (literalmente) y será usada como instrumento de venganza por aquellos que fueron sometidos y asesinados en aquella tierra maldita.
La ambientación de campo, la puesta en escena, la fotografía y la música compuesta por Emilio Kauderer (El Secreto de sus Ojos) nos hacen viajar en el tiempo en una fábula épica llena de misticismo como pocas veces se han visto en nuestro cine.
A partir de la segunda mitad del film, el tono pasa de dramático a fantástico, mostrando a través de excelentes flashbacks los sufrimientos de Eloisa y como ésta (y los suyos) van perpetrando su venganza contra la opresión del los amos de la tierra. La crítica hacia la iglesia, la hipocresía de la alta sociedad y el racismo están presentes en este film en un tono fantástico, de gran producción en la que Lito Cruz destaca como un villano sumamente despreciable. El resto del elenco es correcto, aunque también cabe destacar a Bastiana, esa sirvienta tuerta de intenciones ambiguas, tan misterioso como atractivo, interpretada por la actriz Maria Eugenia Arboleda.
Los Inocentes es un film que es preciso ver en cines. Una película que reivindica a los pueblos africanos que han sido sometidos en América y que han dejado rastros de su cultura y nos han influenciado a posteriori. Un film para seguir apoyando la producción nacional, pero por sobre todas las cosas, para darse cuenta que las películas fantásticas, de misterio, muchas veces están mejor hechas en nuestro país que en otro lugar del mundo. Y eso se celebra y se debe seguir apoyando.
https://cuatrobastardos.com/2016/09/25/los-inocentes-esclavos-del-pasado/
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