Lic. Aída Toscani
La realidad muestra cómo cada uno de nosotros acciona enancado a una matriz de pensamiento. Este es un marco referencial a partir del cual se interpretan los distintos fenómenos sociales ocurridos a lo largo del tiempo, y es, desde ese lugar, que se buscan las respuestas que exige el presente.
Cada generación, cual precioso don, entrega a la generación que le sigue toda la experiencia construida de derrotas o triunfos pero también de aquellas situaciones indefinidas, desde la cual se trabajan los consensos. Eso es el sabertradicional.
El saber tradicional es una matriz de pensamiento, es una construcción social que elabora su andamiaje sostenido en el tiempo y desde el cual se acciona. El lenguaje está atravesado por este constructo que le da una significación que denuncia desde donde se habla, desde donde se expresa. Aparecen así esos grandes diferenciadores como son la raza, el sexo, las clases sociales. Según desde donde se emitan las palabras estas cobrarán mil sentidos y mil significados.
La historia de nuestro continente tan bello, tan diverso, tan iluminado de colores, muestra una larga lucha de muchos siglos por alcanzar la libertad de expresar todas sus potencialidades originales, liberándose de los sistemas opresivos. Siguiendo el hilo del lenguaje advertimos sobre quienes cayó con más fuerza el sistema coercitivo y desde qué palabras buscaron definirlos y fueron obligados a definirse ellos mismos con los conceptos, y desde la mirada, del opresor.
Es entonces, desde el análisis del concepto de indio, de gaucho y de populismo, y el tratamiento que recibieron, cómo pueden descubrirse los mecanismos utilizados para la dominación de las grandes mayorías populares en América latina.
En la América colonial, el sistema productivo se organizó alrededor de la mano de obra indígena, a la que se agregó más tarde la mano de obra esclavizada que fuera traída de África. Las formas de producción, sobre todo en la parte de la minería, utilizaban un bagaje tecnológico muy pobre, por lo tanto el éxito de los resultados descansaba sobre la explotación laboral del indio.
A través de la palabra el conquistador buscó legitimar y justificar una explotación inhumana.
La conquista del europeo a los pueblos originarios de América provocó un quiebre en las formas tradicionales de producción (los indios utilizaban formas comunitarias y el europeo individual). Estas dos matrices de pensamiento tan disímiles empujaban a los españoles a decir de los indios "son perezosos y proclives al ocio y llenos de vicios"
La palabra pereza fue debilitando las certezas que se construyen desde el saber tradicional y la dura y permanente represión que acompañaba la palabra completó el trabajo. Sin embargo la Historia muestra que las experiencias que señalan los caminos hacia la libertad no desaparecen. Entran en períodos como de letargo pero cuando las coyunturas son favorables renacen de entre los pliegues de la memoria que se retrotrae al saber tradicional. El ejemplo más contundente es la figura del presidente de Bolivia, Evo Morales, un campesino indígena a quien la tradición le confirió una experiencia de más de 500 años de luchas, y que sobre ese enorme bagaje están hoy construyendo una nueva Historia.
El gaucho vago mal entretenido
En esta parte del análisis, y siguiendo el hilo de la Historia del trabajo, indagamos lo que ocurrió en la campaña rioplatense y el papel que jugó el lenguaje en esta estructura. El camino es buscar cuáles fueron las estrategias utilizadas por los sectores dominantes para disciplinar los sectores más pobres de la población. Este proceso lo inscribimos en un tiempo definido por Braudel como "la larga duración" porque abarcó varios siglos.
Aquí es preciso realizar dos preguntas: ¿Qué palabras utilizaban los dueños de las grandes estancias en el Río de la Plata para nominar y describir a quienes, según su propia convicción, estaban destinados a trabajar para ellos? ¿Quiénes se hicieron eco de ellas?
La campaña rioplatense, hasta finales del siglo XX, fue descripta por la Historia Académica según lo que decían, reclamaban, y relataban quienes detentaban el poder económico, político y militar en el período colonial y también después una vez lograda la independencia. A estas fuentes se agregaron los relatos de los viajeros, quienes no sólo tenían una mirada cargada de etnocentrismo sino que esta se acompañaba de claros intereses económicos y también políticos, pues muchos de los viajeros consultados eran ingleses.
La construcción del dato empírico, con los cuales se construyó esa imagen tan peyorativa, tan negativa del campesino rioplatense -léase gaucho- se realizó a partir de documentos emitidos por los alcaldes de Hermandad, los Comandantes de Fuertes o Sargentos de Milicias, los Cabildantes, lo gobernadores, y todos ellos que, además de autoridad política, eran los dueños de los principales comercios y/o de las grandes estancias en cada región.
Desde estas voces, desde estas ventanas, la pampa se describió como un inmenso espacio igual a sí mismo, por donde, plenos de la misma libertad que representaba el paisaje, hombre solos y de a caballo la recorrían de manera incesante. Sus escasas necesidades se resolvían carneando alguna res, siempre ajena y trabajando muy esporádicamente para satisfacer sus vicios como tabaco y aguardiente, gustos estos que lo obligaban a ingresar al circuito comercial pero por poco tiempo.
El gaucho, o gauderio, en todos los documentos se lo nombra como "vago mal entretenido". En ningún documento se reconoce que fueron ellos la mano de obra imprescindible para poner en producción un litoral que para fines del siglo XVIII comenzaba a crecer económicamente, empujado por la demanda del mercado europeo.
La caracterización tan peyorativa del habitante de la pampa se reafirmará en el pensamiento de Sarmiento y con él aparece la palabra "Bárbaros" contraponiéndolos a toda idea de civilización. Alberdi también los desechará negándoles toda posibilidad de que, con ese tipo de población, se pueda implementar un proceso de expansión económica. "Haced pasar el roto, el gaucho, el cholo, unidad elemental de nuestras masas populares, por todas las transformaciones del mejor sistema de instrucción: en cien años no haréis de él un obrero inglés que trabaja, consume, vive digna y confortablemente"
Surgen investigadores como Garavaglia, Amaral, Gelman, Mayo, que al analizar fuentes diferentes de las tradicionales-nombradas anteriormente- descubren que el gaucho era un campesino asentado en tierra no propia que cultivaba trigo y tenía unos pocos animalitos. La mejor paga la recibía cuando participaba en la siembra y cosecha del trigo y cuando realizaba las tareas de juntar los animales para luego marcarlos. Esta realidad convierte al Río de la Plata en una región inserta tempranamente en formas de producción capitalista a diferencia del resto de América Latina que funcionaba utilizando formas serviles. Otro de los trabajos era acompañar una tropa de carretas o de muías hacia el norte (Córdoba, Salta , Jujuy) o hacia el oeste (San Juan y Mendoza). Los hombres llevaban una vida muy itinerante, de gran movilidad. Fue la mujer, alrededor de la cual se estructuró la familia criolla, quien se encargaba junto a los hijos de sostener la producción campesina.
El modelo productivo que se implemento a partir de la segunda mitad del siglo XIX, basado en la gran propiedad y el valor especulativo de la tierra como bien de rentas y no de trabajo, se ejecutó a partir del aniquilamiento de las naciones indias, el avance del ferrocarril y la transformación de las familias campesinas en peones rurales como mano de obra de las grandes estancias. Las tareas de disciplina-miento social -papeleta de conchavo mediante- había culminado con éxito.
Populismo: Conceptualización e interpelaciones.
En los finales del siglo XIX cuando se impone el modelo hegemónico del puerto de Buenos Aires, estructurado alrededor de una economía liberal y un modelo productivo agroexportador, se articularon acciones para su exitosa implementación.
La población tradicional de nuestro país, construida tras dolorosa síntesis en cientos de años que estructuró la Argentina criolla, fue desechada para cumplir papeles protagónicos en el nuevo modelo que funcionaba en el área Litoral de Argentina. Al "bárbaro" de Sarmiento y al "gaucho" de Alberdi lo reemplazaron con los millones de inmigrantes entrados al país entre finales del siglo XIX y principios del XX.
El sustrato criollo quedó hundido y silenciado por la historia liberal europeizante pero reaparecerá vigoroso en la construcción de ese fenómeno tan particular y latinoamericano como fueron los gobiernos populares y antimperialistas de Lázaro Cárdenas en México, Getulio Vargas en Brasil y Juan Domingo
Perón en Argentina.
La tarea fundamental para quienes trabajan con las Ciencias Sociales es desempolvar ese viejo y permanente, protagonista de la historia: el actor social. Esos que con tanto cuidado los centros académicos de los países centrales buscan ocultar. Accionando con los instrumentos adecuados es preciso analizarlos, a fin de mostrar con eficacia la manera como trabajaron sobre su realidad. En este contexto se encuadra la búsqueda que lideran investigadores que intentan categorizar y describir a los denominados gobiernos populistas de América Latina utilizando otras formas de análisis, dado que los métodos tradicionales no permitieron dimensionar la riqueza y complejidad de todos ellos, con lo cual se restó trascendencia a la construcción de experiencias participativas a lo largo del siglo XX y que con nuevo vigor reaparecen en el presente.
El término populista está cargado de juicios negativos y nunca fue utilizado por los gobiernos a los cuales se atribuye la denominación pues ellos se definen como gobiernos nacionales y populares.
El populismo reaparece, en los discursos de políticos y economistas liberales asociados a los sectores dominantes, como el peligro que siempre acecha a sus intereses en América Latina. Tanto los sectores de derecha como los de izquierda denostaron de estas construcciones de las grandes mayorías en Latinoamérica y fue la élite intelectual quien se encargó de difundir las posiciones críticas, desde los grandes centros académicos.
Ernesto Laclau desde un análisis del discurso ideológico busca "rescatar al populismo de una posición marginal en el discurso de las Ciencias Sociales". Para alcanzar estos objetivos explica que se hace necesario repensar determinados atributos de esa categoría, como por ejemplo, su vaguedad doctrinaria, atribuible a falta de racionalidad. (Laclau 2005: 34) Y se pregunta: ¿la vaguedad de los discursos populistas no es consecuencia, en algunas situaciones, de la vaguedad e indeterminación de la misma realidad social? Para concluir que "el hecho de ser vago es la condición para conseguir significados políticos relevantes" pues estos resultan de "actos perfomativos dotados de racionalidad propia" (Laclau 2005: 32). ¿Qué ideas dan sustancia para considerar al populismo como un proceso falto de racionalidad? La presencia del miedo frente al accionar de las masas está muy claro en el texto de Martínez Estrada al describir el 17 de octubre de 1945. "Aparecieron con sus cuchillos de matarifes en la cintura, amenazando con una San Bartolomé del barrio norte. Sentimos escalofríos viéndolos desfilar en una verdadera horda silenciosa" (Martínez Estrada, 1956).
Los movimientos "nacionales-populares aparecen y continúan apareciendo en América Latina en cuanto el grado de movilización rebasa la capacidad de los mecanismos de integración" explica Germani. Esta realidad sucede en los países donde actúan grupos recientemente movilizados que entienden el ejercicio político a través de democracias limitada "como un mero instrumento de dominación de las minorías" (Germani, 1977:35).
Siguiendo por el hilo del lenguaje, que hablan los estratos de dominio y el de los que se intenta dominar, encontramos una encrucijada interesante cuando entramos en el análisis, en las interpretaciones e interpelaciones de los gobiernos populistas clásicos latinoamericanos. Estos son Lázaro Cárdenas en México (1934-1940), Getulio Vargas (1930-1945 y 1950-1954) en Brasil y Domingo Perón (1946-1955) en Argentina.
La cuestión recurrente en el análisis de los gobiernos nombrados es "la problemática relación entre las masas y la élite, incluyendo dentro de ella a la élite intelectual a la que pertenecen los académi-cos."(Mackinnon y Retroné, 1998:15) Una explicación plausible la acota Germani -crítico de los gobiernos nacional-populares- cuando afirma que "los movimientos de masas y los regímenes que establecen, tienen carácter autoritario, este atributo no predispone en contra a las masas recién movilizadas. Sí, limita sobre todo, los derechos individuales de la clase media y de los intelectuales, pues cuando la libertad de expresión es atacada son los intelectuales los que la sufren" (Germani, 1977:35)
Los distintos enfoques con una mirada muy crítica y de menoscabo a lo que fueron las construcciones populares de América Latina, coinciden en definir a las masas trabajadoras como masas manipulables. Ya no son ni perezosos ni vagos, ahora son manipulables por un líder demagógico, que los aleja del camino revolucionario o del desarrollo, según de quien sea la mirada.
La categoría construida por Gino Germani en la década del 50 desde una interpretación funcionalista fue reproducida por quienes enfocaban la problemática desde una perspectiva marxista.
Así una vez más la élite dominante y la élite intelectual desnaturalizaban y producían menoscabo sobre construcciones sociales originales de Latinoamérica configuradas desde la cultura tradicional. El resultado fue un duro retroceso en la historia de libertad de nuestro continente pues frente a la derrota de los movimientos populares se implemento el modelo neoliberal que reemplazó el mundo del trabajo por el mundo financiero.
Hoy, retomando esas experiencias de liberación, los pueblos de América Latina presentan respuestas absolutamente originales construidas a partir de su saber tradicional, el único que rescata todas las experiencias de lucha para revertir el modelo neoliberal, estructurado e implementado desde los países centrales. Las herramientas utilizadas por las metrópolis de turno, fueron en especial el endeudamiento y el accionar de los centros académicos, que a través de una difusión mediática de sus engañosas verdades repetidas en una espiral infinita quisieron imponer el pensamiento hegemónico sin matices, sin diferencias, donde el interés individual y del mercado era quien regía los destinos del mundo. Hoy se advierte el firme y unido posicionamiento de los actuales gobiernos de Argentina, Chile, Brasil, Paraguay, Uruguay, Solivia, Venezuela, Cuba, Nicaragua y el presidente en el exilio de Honduras, actuando contra el accionar de las políticas imperialistas de Estados Unidos. Esta vieja estrategia de unión de América Latina, sostenida por quienes impulsaron su independencia como San Martín, Artigas, Bolívar y tantos otros, muestra a una América Latina que ha recuperado los dones de la tradición y, desde este antiguo pero a su vez renovado conocimiento, podrá transitar un seguro camino hacia la libertad.