Por Rafael Restaino
El más grande genocidioEs sabido que de la mezcla de indígenas, españoles y portugueses, en la existencia libre y bravía del inmenso territorio del Río de la Plata, surgió el gaucho. Muchos verán de este español desertor, que se entrega a la vida libre de la campaña, una figura romántica y lo describirán barbudos, delgados, viriles, rudos, sobrios; hábiles en la doma de caballos cerriles, en voltear la res a bola o lazo; diestro en el manejo del cuchillo y baqueano para muchas cosas. Ese es el tipo de gaucho que se recrea, ese es el gaucho que tienen como imagen los fortines y que suelen pasear los 10 de noviembres con ricas y valiosas prendas y atavíos de plata y oro en sus caballos paseanderos. Una verdadera payasada; una imitación a los estancieros, en todo caso. No nos queremos detener en este punto. En esta oportunidad queremos utilizar este espacio para recordar que este poblador de la campaña fue el que sufrió las mayores injusticias, arbitrariedades y con él se cometió uno de los más grandes genocidios. Lo considero mayor que el producido con los indígenas.
Un hombre envenenado de crímenes
Nos basta recordar a Hormiga Negra, Juan Moreyra o Martín Fierro para tener una idea clara que todo lo que tiene un aire de libertad, de ser, de estar vivo, molesta, irrita y desata el deseo de acabar con ello. Veamos a ese cazador que dispara contra un ave o contra un hermoso ejemplar de ciervo. De alguna manera está disparando contra aquello que no puede ser: volar o ser hermoso. Algo así sucedió con el gaucho que hizo que las principales autoridades de la ciudad (los que tienen el arma) le tuvieran odio y decidieran cazarlos. Lo hicieron por medio de leyes depresivas, el sistema de levas y el servicio de fronteras; un verdadero castigo a esa libertad que ostentaba el poblador de la campaña. Esos cazadores de gauchos no fueron otros que Mitre, Sarmiento, Alsina, Elizalde, Rivas, Sandes, Arredondo y lo hicieron de todas las maneras posibles. Aunque se destacó decididamente uno de ellos: el masón Domingo F. Sarmiento. Este será el mayor cazador de gauchos. Es el hombre que tiene un odio racial, instintivo, que lo convertirá en un hombre envenenado de crímenes.
Despotismo o barbarie
Hemos nombrado a varios integrantes del partido Unitario que se dedicaron a la exterminación del gaucho, pero el ideólogo principal, el autor intelectual de los principales crímenes contra el fue Domingo F. Sarmiento. Él fue quien estimuló la aristocracia de la ciudad con verdadero salvajismo, con tremenda represión que podemos decir que el verdadero apotegma no era Civilización o Barbarie; sino Despotismo o Barbarie. Porque indudablemente como se puede probar, Sarmiento aplicó contra este habitante de la campaña un verdadero despotismo cargado de un odio inusual. Podemos enumerar los crímenes de Sarmiento que se aplican despiadadamente en Caseros, donde firma fusilamientos y ahorcamientos con la pluma de Rosas; en los asesinatos inspirados y decididos por él como el de Nazario Benavides, el cruel e imperdonable asesinato del general Peñaloza, los que se produjeron después de Pavón o a lo largo de la llamada guerra de Triple Alianza que más que una guerra contra el Paraguay, fue una guerra para matar todo lo que olía a gaucho en nuestro país. Nadie asesinó más gaucho que este unitario y asesinó por su índole perversa, porque tenía sed de sangre, porque en el fondo era un cobarde que no se animaba a entrar en un combate y mirar frente a frente a su enemigo. Pero nos detenemos sólo en esos crímenes, ya que creemos que existieron otros contra el gaucho tan o más tremendos que los físicos. Entre ellos el hecho perverso de no querer convertirlos en ciudadanos, sino programarlos como parias; el no educarlos para darles medios de vida, darles el título de significación social, y podemos continuar; pero vamos al que creemos que es el principal: a sabiendas que nunca podría imponerse al pueblo, decidió fraccionarlo y luego producir el enfrentamiento de una fracción contra otra ¡He aquí el gran tema, la piedra sillar del asunto! El tema que nos permite explicar en gran parte porque somos como somos. Explicar porqué la caída de Rosas no produjo civilización, ni la caída de los caudillos, ni la de Yrigoyen, ni la de Perón; y explica la razón por la cual, sin ánimo a exagerar, hemos titulado de esa manera a nuestro apunte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario