viernes, 20 de marzo de 2015

Facundo: NOTAS AL PIE DE PÁGINA

NOTAS AL PIE DE PÁGINA (FOOTNOTES):

[1] El _Facundo_ ha sido traducido total, o casi totalmente, al francés, por M. A. Giroud, alférez de la Armada francesa; al alemán, por Juan Eduardo Wapoeus, profesor de la Universidad de Gotinga; al inglés, por la señora de Horacio Mann, y al italiano, por el señor Fontana de Philipps. Cuando Sarmiento fué a París en 1847, llevó este libro como carta de introducción, y M. de Mazade escribió sobre él una entusiasta reseña en la _Revue des deux Mondes_. Sobre este episodio, Sarmiento ha contado pormenores hilarantes en sus _Viajes_. En el tomo XLVI de las _Obras Completas_ hay un artículo especialmente dedicado al _Facundo_ por su autor.

[2] _Obras Completas_; tomo XLVI, pág. 320.

[3] La primera edición del _Facundo_ se publicó en 1845 (Chile); la segunda en 1851; la tercera en New York en 1868, corregidas las pruebas por el «hablista» habanero Mantilla; la cuarta el año 1874, por Hachette, en París--al ascender Sarmiento a la Presidencia de la República--. Esta es una de las ediciones más cuidadosas, lo mismo que la de 1886, publicada por Belín Sarmiento en el tomo VII de las _Obras Completas_. Yo no he visto la de 1868, pero Belín Sarmiento asegura que nada ha variado en ella el texto de la anterior, de suerte que las correcciones del «hablista» Mantilla--de quien habló Sarmiento--, fueron sólo correcciones de imprenta. La de 1851, lo mismo que la primera, seguían la ortografía reformada que el autor preconizara en Chile por entonces; pero como no persistió en ella al volver a su país, me ha parecido que en este caso debía seguir el texto de las _Obras Completas_, que es el de la edición príncipe, con la única variante de la ortografía, que Sarmiento aceptó en vida; pues las primeras ediciones siguieron la ortografía chilena de entonces, de a cual Sarmiento fué promotor.

[4] _Páginas literarias._ (_Obras_; tomo XLVI, pág. 322.)

[5] Idem, íd., íd.

[6] Se refiere a la época de 1845, cuando Sarmiento y Vicente Fidel López fraternizaban en Chile como proscriptos argentinos, dados ambos a la Prensa y a la enseñanza.

[7] _Páginas literarias._ (_Obras_; tomo XLVI, pág. 322.)

[8] _Obras Completas_; tomo VII, pág. 6.

[9] Idem, íd., íd., pág. 16.

[10] Sarmiento escribe aún desde el destierro, en 1851, o sea poco antes de Caseros.

[11] _Obras Completas_; tomo VII, pág. 16.

[12] No siendo ésta una edición crítica, tampoco me he considerado en el deber de glosar su texto. Debo tan sólo recordar que el doctor David Peña es autor de un novedoso libro sobre el general don _Juan Facundo Quiroga_ (edición Coni, Buenos Aires, 1906), en el cual se nos presenta un Quiroga caucásico y urbano. Quizá este general vestido de levita, que frecuentaba con don Braulio Costa y el general Mansilla las tertulias aristocráticas de Buenos Aires, difiera tanto del modelo real como el Tigre de los Llanos, sediento de sangre, que Sarmiento nos ha pintado. Dada la compleja psicología del hombre superior--aunque éste sea un genio del mal--, es posible también que Facundo haya tenido la extraña complejidad de ambos tipos. No olvidemos, además, que Quiroga pudo ser un hombre amable o ingenuo en la intimidad, y transfigurarse en el desierto y la guerra. Mis dos abuelas me han referido la tradición del terror que las montoneras de Facundo dejaron en Santiago y en Tucumán; pero se me ocurre que una leyenda igualmente siniestra habrá de unirse en ciertas familias belgas al nombre del general von der Goltz, militar diplomático a quien veían sonreír gentilmente nuestras damas del Centenario... Las inexactitudes o exageraciones del _Facundo_ han sido señaladas también por Guerra en su _Biografía de Sarmiento_, sobre todo en el capítulo VI.

[13] _Obras Completas_; tomo XLVI, pág. 84. La tumba de Quiroga a que este pasaje se refiere, es, en efecto, uno de los más conmovedores y bellos monumentos de la Recoleta más notable hoy que el fúnebre solar ha sido colmado de una sórdida marmolería, costosa y vulgar, como sus glorias burguesas...

[14] _Obras Completas_; tomo XLVI, pág. 293. Ese artículo se publicó en _El Nacional_ del 7 de noviembre de 1878.

[15] En la edición de 1874 (París, Hachete, cuarta edición castellana), el libro comprendía ya las tres biografías o _vidas_ de Quiroga, Aldao y el Chacho, como aparece en el volumen VII de las _Obras Completas_. La agregación de la _Vida del Chacho_ obedece a los mismos propósitos que las dos anteriores; pero en ese caso, ya la doctrina asume todo un carácter de alegato en un caso que le era demasiado personal. Nosotros no damos aquí sino la _Vida de Facundo_, pues forma parte del paisaje descripto y de la doctrina esquematizada en esos términos: «Civilización y barbarie».

[16] _Obras completas_; tomo XLVI, pág. 321.

[17] Life of Napoleon Buonaparte; tomo II, cap. I.

[18] El año 1826, durante una residencia de un año en la Sierra de San Luis, enseñé a leer a seis jóvenes de familias pudientes, el menor de los cuales tenía veintidós años.

[19] El general Mansilla decía en la Sala, durante el bloqueo francés: «¿y qué nos han de hacer esos europeos que no saben galoparse una noche?»; y la inmensa barra plebeya ahogó la voz del orador con el estrépito de los aplausos.

[20] ECHEVERRÍA, _La Cautiva_.

[21] DOMÍNGUEZ.

[22] No es fuera de propósito recordar aquí las semejanzas notables que representan los argentinos con los árabes. En Argel, en Orán, en Máscara y en los aduares del desierto vi siempre a los árabes reunidos en cafés, por estarles completamente prohibido el uso de los licores, apiñados en derredor del cantor, generalmente dos, que se acompañan de la vihuela a dúo, recitando canciones nacionales plañideras como nuestros tristes. La rienda de los árabes es tejida de cuero y con azotera como las nuestras; el freno de que usamos es el freno árabe, y muchas de nuestras costumbres revelan el contacto de nuestros padres con los moros de la Andalucía. De las fisonomías no se hable: algunos árabes he conocido que jurara haberlos visto en mi país. (_Nota de la edición de 1850._)

[23] El doctor don Manuel Ignacio Castro Barros, canónigo de la catedral de Córdoba.

[24] Detalles sobre el sistema y organización de este establecimiento de educación pública, se encuentran en _Educación Popular_, trabajo especial consagrado a la materia y fruto del viaje a Europa y Estados Unidos hecho por encargo del Gobierno de Chile.--_El Autor._--(Véase tomo XII de las _Obras de Sarmiento_.)

[25] Después de escrito lo que precede, he recibido de persona fidedigna la aseveración de haber el mismo Quiroga contado en Tucumán, ante señoras que viven aún, la historia del incendio de la casa. Toda duda desaparece ante deposiciones de este género. Más tarde he obtenido la narración circunstanciada de un testigo presencial y compañero de infancia de Facundo Quiroga, que le vió a éste dar a su padre una bofetada y huirse; pero estos detalles contristan sin aleccionar, y es deber impuesto por el decoro apartarlos de la vista.

[26] _Registro oficial de la provincia de San Juan:_

«A consecuencia de la presente ley, el gobierno de la provincia ha estipulado con S. E. el señor general don Juan Facundo Quiroga los artículos siguientes, conforme a su nota de 13 de septiembre de 1833:

»1.º Que abonará al Excmo. Gobierno de Buenos Aires la cantidad que ha invertido en dichas haciendas.

»2.º Que suplirá cinco mil pesos a la provincia sin pensión de rédito, para la urgencia en que se halla de abonar la tropa que tiene en campaña, dando tres mil pesos al contado, y el resto del producto del ganado, a cuyo pago quedará afecto exclusivamente al ramo de degolladuras.

»3.º Que se le ha de permitir abastecer por si solo, dando al pueblo a cinco reales la arroba de carne, que hoy se halla a seis de mala calidad, y a tres al Estado, sin aumentar el precio corriente de la gordura.

»4.º Que se le ha de dar libre el ramo de degolladura desde el 18 del presente hasta el 10 de enero inclusive, y pastos de cuenta del Estado al precio de dos reales al mes por cabeza, que abonará desde 1.º de octubre próximo.--San Juan, septiembre 13 de 1833.--Ruiz.--_Vicente Atienzo._»

[27] El señor Alberdi me suministra este dato tomado en su viaje a Italia.

[28] Puede verse esta cinta en la botonadura de los domésticos de la Legación Argentina. El enviado y los _atachés_ han tenido pudor de ostentar el retrato.--(_Nota de la edición de 1845._)

[29] Estos sacerdotes fueron el cura Villafañe, de la provincia de Tucumán, de setenta y seis años de edad.

Dos curas Frías, perseguidos, de Santiago del Estero, establecidos en la campaña de Tucumán, el uno de sesenta y cuatro años y el otro de sesenta y seis.

El canónigo Cabrera, de la catedral de Córdoba, de sesenta años. Los cuatro fueron conducidos a Buenos Aires y degollados en Santos Lugares, previas las profanaciones referidas.

[30] Tengo estos hechos de don Domingo de Oro, quien estaba por entonces al lado de López, y servía de padrino a Rosas, muy desvalido para con aquél en aquellos momentos.

[31] El éxito final no ha justificado tan halagüeñas esperanzas; la industria de la seda languidece hoy en Mendoza, y desaparecerá por falta de fomento.--(_Nota de la edición de 1851._)

[32] Frase vulgar tomada del modo de lavar de la plebe golpeando la ropa; quiere decir que todavía faltan muchas dificultades que vencer.

[33] Pueblos de abajo, Buenos Aires, etc., de arriba, Tucumán, etc.

[34] Estancieros del sur de Buenos Aires me han aseverado después que la expedición aseguró la frontera, alejando a los bárbaros indómitos y sometiendo muchas tribus, que han formado una barrera que pone a cubierto las estancias de las incursiones de aquéllos, y que, a merced de estas ventajas obtenidas, la población ha podido extenderse hacia el Sur. La geografía hizo también importantes conquistas, descubriendo territorios desconocidos hasta entonces y aclarando muchas dudas. El general Pacheco hizo un reconocimiento del río Negro, donde Rosas se hizo adjudicar la isla de Choelechoel, y la división de Mendoza descubrió todo el curso del río Salado hasta su desagüe en la laguna de Yauquenes. Pero un Gobierno inteligente habría asegurado de esta vez para siempre las fronteras del sur de Buenos Aires. El Río Colorado, navegable desde poco más abajo de Cobu-Sebu, cuarenta leguas distante de Concepción, donde lo atravesó don Luis de la Cruz, ofrece en todo su curso, desde la cordillera de los Andes hasta el Atlántico, una frontera a poca costa impasable para los indios. Por lo que hace a la provincia de Buenos Aires, un fuerte establecido en la Laguna del Monte en que desagua el arroyo Guamini, sostenido por otro a las inmediaciones de la laguna de las Salinas hacia el Sur, otro en la sierra de la Ventana hasta apoyarse en el Fuerte Argentino, en Bahía Blanca, habrían permitido la población del espacio de territorio inmenso que media entre este último punto y el Fuerte de la Independencia en la sierra del Tandil, límite de la población de Buenos Aires al Sur. Para completar este sistema de ocupación, requeríase, además, establecer colonias agrícolas en Bahía Blanca y en la embocadura del río Colorado, de manera que sirviesen de mercado para la exportación de los productos de los países circunvecinos; pues careciendo de puertos toda la costa intermediaria hasta Buenos Aires, los productos de las estancias más avanzadas al Sur se pierden, no pudiendo transportarse las lanas, sebos, cueros, astas, etc., sin perder su valor en los fletes.

La navegación y población de Río Colorado adentro traería, a más de los productos que pueden hacer nacer, la ventaja de desalojar a los salvajes poco numerosos que quedarían cortados hacia el Norte, haciéndolos buscar el territorio al sur del Colorado.

Lejos de haberse asegurado de una manera permanente las fronteras, los bárbaros han invadido desde la época de la expedición al Sur, y despoblado toda la campaña de Córdoba y de San Luis; la primera hasta San José del Morro, que está en la misma latitud que la ciudad. Ambas provincias viven desde entonces en continua alarma, con tropas constantemente sobre las armas, lo que, con el sistema de depredación de los gobernantes, hace una plaga más ruinosa que las incursiones de los salvajes. La cría de ganado está casi extinguida, y los estancieros apresuran su extinción para librarse al fin de las exacciones de los gobernantes por un lado, y de las depredaciones de los indios por otro.

Por un sistema de política inexplicable, Rosas prohibe a los Gobiernos de la frontera emprender expedición alguna contra los indios, dejando que invadan periódicamente el país y asolen más de doscientas leguas de frontera. Esto es lo que Rosas no hizo como debía hacerlo en la tan decantada expedición al Sur, cuyos resultados fueron efímeros, dejando subsistente el mal, que ha tomado después mayor agravación que antes.--(_Nota de la edición de 1851._)

[35] En la causa criminal seguida contra los cómplices en la muerte de Quiroga, el reo Cabanillas declaró en un momento de efusión, de rodillas, en presencia del doctor Maza--degollado por los agentes de Rosas--, que él no se había propuesto sino salvar a Quiroga; que el 24 de diciembre había escrito a un amigo de éste, un francés, que le hiciese decir a Quiroga que no pasase por el monte de San Pedro, donde él estaba aguardándole con veinticinco hombres para asesinarlo por orden de su Gobierno; que Toribio Junco--un gaucho de quien Santos Pérez decía: «Hay otro más valiente que yo: es Toribio Junco»--había dicho al mismo Cabanillas que, observando cierto desorden en la conducta de Santos Pérez, empezó a acecharlo, hasta que un día lo encontró arrodillado en la capilla de la Virgen de Tulumba, con los ojos arrasados de lágrimas; que preguntándole la causa de su quebranto, le dijo: «Estoy pidiéndole a la Virgen me ilumine sobre si debo matar a Quiroga, según me lo ordenan; pues me presentan este acto como convenido entre los gobernadores López de Santa Fe, y Rosas, de Buenos Aires, único medio de salvar la República.--(_Nota de la edición de 1851._)

[36] Tuve estos detalles del malogrado doctor Piñero, muerto en 1846 en Chile, pariente del doctor Ortiz, compañero de viaje de Quiroga desde Buenos Aires hasta Córdoba. Es triste necesidad, sin duda, no poder citar sino los muertos, en apoyo de la verdad.--(_Nota de la edición de 1851._)

[37] _Histoire de Venise_; tomo II, lib. VII, pág. 84.

[38] _Chronique du moyen âge._

[39] _Histoire de París_; tomo III, pág. 176.

[40] Es decir, corrigió las pruebas de la edición de 1868; pues al hacer esta reimpresión y comparar esa edición con la de 1845, no hemos encontrado otra diferencia que la que resulta de la mejor corrección de pruebas.--_El Editor_ de las OBRAS COMPLETAS.

[41] Ambos capítulos los reproducimos en esta edición, así como lo fueron en la de París de 1874 y en la edición de las OBRAS COMPLETAS.

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