Escribe Sarmiento:
"La vida pastoril nos vuelve impensadamente a traer a la imaginación el recuerdo de Asia, cuyas llanuras nos imaginamos siempre cubiertas aquí y allá de las tiendas del calmuco, del cosaco, o del árabe. La vida primitiva de los pueblos, la vida eminentemente bárbara y estacionaria, la vida de Abraham, que es la del beduino de hoy, asoma en los campos argentinos aunque modificada por la civilización de un modo estraño" (cit. Verdevoye 693).
"Las hordas beduinas que hoy importunan con sus algaradas y depredaciones las fronteras de Argelia, dan una idea exacta de la montonera argentina... La misma lucha de civilización y barbarie, de la ciudad y el desierto existe hoy en Africa; los mismos personajes, el mismo espíritu, la misma estrategia indisciplinada entre la horda y la montonera" (Facundo, cit. Verdevoye 694).
Ahora bien, en sus Viajes en Europa, África y América (1847) el paralelismo se acentúa profundamente tras una visión aún más concreta de los acontecimientos en el Norte de África que le sirven de ejemplo para su tarea en la Argentina. En su ensayo 'Beduinos en la Pampa: El espejo oriental de Sarmiento', Isabel de Sena apunta que la carta que Sarmiento escribe de Argelia es una apología del colonialismo francés. Haciendo un análisis de las cartas escritas por Sarmiento en aquel momento, De Sena escribe: "El avance de la civilización, o de la colonización, es sistemáticamente metaforizado como movimiento, frente al cual el inmovilismo autóctono se convierte en resistencia irracional: de un lado están las calles árabes, estrechas, húmedas y oscuras, donde se sientan los árabes en el suelo fumando o tejiendo en actitudes ancestrales, inmutables; del otro lado se ve el bullicio: 'transformación y movimiento; i al paso que van las cosas, dentro de poco podrá sin impropiedad llamarse este país la Francia africana' (pág. 173). El avance francés en territorio africano, en el lenguaje típico del viajero occidental en África o en América, se asocia a la pulcritud, la luz, el movimiento, el esplendor (...). El campo semántico de lo árabe está, al contrario, marcado por la oscuridad, la credulidad, irracionalismo, primitivismo, fanatismo religioso y, obviamente, barbarie. Son la serpiente en la hierba (pág. 175), una plaga (175). Hijos de una misma especie, de un mismo 'tronco' (177) que los judíos, han degenerado, y personifican los aspectos nefastos de su cultura pastoril de origen: 'Árabe era Abraham i por mas que los descendientes de Ismael odien i desprecien a sus primos los judíos, una es la fuente de donde parten estos dos raudales relijiosos que han trastaornado la faz del mundo; del mismo tronco ha salido el Evangelio i el Koran; el primero preparando los progresos de la especie humana, i continuando las puras tradiciones primitivas; el segundo, como una protesta de las razas pastoras, inmovilizando la intelijencia i estereotipando las costumbres bárbaras de las primeras edades del mundo' (177). La Providencia, en forma de Historia, intervino para dispersar a los hebreos cuando dejaron de tener un papel que desempeñar en el mundo (177), reemplazados en el lineal movimiento hacia adelante por el cristianismo, pero los árabes, que han mantenido sus costumbres pastoriles, se convierten en estorbo, un obstáculo a la civilización". Estas apreciaciones serán trasladadas a la Argentina: el estorbo será el gaucho, símil pampeano del árabe, y el gobierno 'tiránico' de Juan Manuel de Rosas, cuya base social la conformaba el gaucho, será homologado con las 'tiranías' del Oriente y del África (por aquel entonces el Imperio Otomano. Curiosamente Sarmiento relaciona el rojo punzó del federalismo con el rojo otomano como símbolo de 'barbarie'). El 'atraso' obstaculizador frente al 'movimiento' civilizador es representado por el pueblo islámico tradicional en Argelia y por el gaucho en la Argentina. Las pautas 'negativas', que Sarmiento percibe como características anquilosadoras, pertenecen a un acervo cultural y espiritual compartido que emparentan tradicionalmente al musulmán árabe-africano y al gaucho argentino.
Como todo ideólogo europeizante y liberal, Sarmiento mide el desarrollo social a partir del progreso material y la civilización capitalista.
El capitalismo surge de la mano de la industrialización, y ésta es sinónimo de 'progreso y civilización' en la mentalidad liberal. De aquí que el Islam y su sistema de vida impliquen lo contrario y sea tildado de bárbaro, retrógrado y estacionario por el imaginario de las potencias europeas.
En quienes llevan una vida sencillamente frugal el consumismo promovido por el capitalismo no funciona en modo alguno. Por esto es que toda forma de vida que implique austeridad y conformidad debe ser literalmente 'borrada' para que se 'imponga' el tan mentado desarrollo moderno. Esto es lo que sucedió en Argentina con el gaucho y lo que viene aconteciendo en el mundo Islámico con la pretensión de acabar con la Sunnah (modo de vida tradicional) profética.
Sin mercado de consumo no hay capitalismo posible; y sin capitalismo el desarrollo material (progreso y civilización) es prácticamente nulo. De aquí la concentración que se produce en los grandes centros urbanos donde se impone el consumo (a partir de los supuestos del bienestar material, etc.) y se generan grandes mercados de ilimitada oferta y demanda. El espíritu nómada (emancipador y desapegado) de gauchos y místicos es prácticamente destruido por el proyecto liberal de la modernidad.
Similarmente a su visión del árabe, Sarmiento dice del gaucho: "Tengo odio a la barbarie popular... La chusma y el pueblo gaucho nos es hostil... Mientras haya un chiripá no habrá ciudadanos, ¿son acaso las masas la única fuente de poder y legitimidad? El poncho, el chiripá y el rancho son de origen salvaje y forman una división entre la ciudad culta y el pueblo, haciendo que los cristianos se degraden..." (Carta a Mitre fechada el 24 de septiembre de 1861). "Se nos habla de gauchos... La lucha ha dado cuenta de ellos, de toda esa chusma de haraganes. No trate de economizar sangre de gauchos...es lo único que tienen de humano. Este es un abono que es preciso hacer útil al país. La sangre de esta chusma criolla incivil, bárbara y ruda, es lo único que tienen de seres humanos" (Carta a Mitre fechada el 20 de septiembre de 1861). "Son animales bípedos de tan perversa condición que no sé qué se obtenga con tratarlos mejor" (Carta a Mitre, marzo de 1862).
Decidido a conocer las causas de todo 'progreso' y 'atraso' social, Sarmiento inicia los Viajes ya citados que dejará documentados para la posteridad. En líneas generales, atribuye el atraso de la Argentina al elemento español que ha predominado en los habitantes de nuestra tierra, elemento sumamente arabizado, y que debe ser exorcizado mediante el ideario y la inmigración europea (francesa e inglesa) y estadounidense, representantes acabados del desarrollo liberal, capitalista y republicano. A su paso por España escribe:
"El español de hoy es el árabe de ayer, frugal, desenvuelto, gracioso en la Andalucía, poeta y ocioso por todas partes; goza del sol, se emborracha poco, y pasa su tiempo en las esquinas, figones y plazas. Las mujeres llevan velo sobre la cara, la mantilla, como las mujeres árabes. Se sientan en el suelo en las iglesias, sobre un tapiz o alfombra con las piernas cruzadas a la manera oriental. En todo el mundo cristiano lo hacen en sillas, en Roma incluso. Los hombres llevan la faja colorada de los moriscos; los andaluces la chamana, los valencianos la manta y las gabuchas; los picadores conservan los estribos; y el gobierno de los Capitanes generales, cadies absolutos de las provincias que se entrometen en hacer justicia a la maneta de Aroun al-Raschid. Rézanse tres oraciones al día, en contraposición a las tres plegarias enunciadas por el Muhezzin...".
Ahora bien, es justamente ese elemento árabe, proveniente del Norte de África (bereber, diríamos), el que distingue negativamente a España del resto de la Europa progresista que para Sarmiento representa Francia. Y justamente ese elemento es el que de mano del Caudillaje y el gaucho suponen el atraso desafortunado para la república naciente. Aclaremos que tanto Sarmiento como Mitre fueron solamente instrumentos de un proceso que por entonces se cumplía a nivel mundial y que culminaría en el mundo moderno tal cual lo conocemos. Ilustrativa resulta la siguiente anécdota: el 29 de septiembre de 1868, en un banquete que la masonería ofrece a Sarmiento y a Mitre, éste, agitando un instrumento masónico, dice:
"¿Qué es Sarmiento? Un pobre hombre como yo, un instrumento como este..." (Mitre, 'Discurso masónico', en Arengas Selectas, pág. 83).***
A modo de conclusión: en Argelia habita una etnia bereber, los Zouaouas (o Zwawas), quienes durante mucho tiempo habían sido reclutados para el ejército turco-otomano. Hacia 1830, con la conquista francesa de Argelia, esta tribu ofrecerá sus servicios al ejército francés. Este cuerpo de infantería será conocido como 'Zuavo'. Observando fotografías e imágenes de los zuavos, comprobamos con admiración las enormes similitudes con nuestros gauchos, en cuanto a rasgos físicos y vestimenta. Refiriéndonos a esta última: el albornoz, cuyo parentesco con el poncho es indudable; chaqueta corta sin cuellos, chaleco, voluminosos pantalones que se asemejan al chiripá y la bombacha criolla, faja de lana, polainas de lana blanca muy similares a las botas de potro, y un gorro tipo fez. Algo de esto seguramente tuvo Sarmiento oportunidad de ver en su viaje a Argelia, lo que le permitió homologar al musulmán norteafricano con el gaucho argentino. Algunas imágenes de zuavos:
La cultura, en cuanto a hábitos y costumbres, y la espiritualidad, en cuanto a experiencia singular de la vida, establecen luminosas semejanzas entre el musulmán y el gaucho. Conocerlas enriquecerán nuestra cultura y nuestra espiritualidad.
http://raicesdetradicion.blogspot.com.ar/2013/08/arabes-y-gauchos-en-el-proyecto-liberal.html
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