Esto contó Picardía
y después guardó silencio
mientras todos celebraban
con placer aquel encuentro.
Mas una casualidá,
como que nunca anda lejos,
entre tanta gente blanca
llevó también a un moreno,
presumido de cantor
y que se tenía por bueno.
Y como quien no hace nada,
o se descuida de intento
(pues siempre es muy conocido
todo aquél que busca pleito),
se sentó con toda calma,
y ya le pegó un rajido;
era fantástico el negro,
y para no dejar dudas
medio se compuso el pecho.
Todo el mundo conoció
la intención de aquel moreno:
era claro el desafío
dirigido a Martín Fierro,
hecho con toda arrogancia,
de un modo muy altanero.
Tomó Fierro la guitarra,
pues siempre se halla dispuesto,
y ansí cantaron los dos
en medio de un gran silencio:
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