domingo, 24 de octubre de 2010

La vuelta del Martín Fierro, Canto XXXII

Un padre que da consejos
más que padre es un amigo;
ansí, como tal les digo
que vivan con precaución:
naides sabe en qué rincón
se oculta el que es su enemigo.

Yo nunca tuve otra escuela
que una vida desgraciada;
no estrañen si en la jugada
alguna vez me equivoco,
pues debe saber muy poco
aquél que no aprendió nada.

Hay hombres que de su cencia
tienen la cabeza llena;
hay sabios de todas menas,
mas digo, sin ser muy ducho:
es mejor que aprender mucho
el aprender cosas buenas.

No aprovechan los trabajos
si no han de enseñarnos nada;
el hombre, de una mirada
todo ha de verlo al momento:
el primer conocimiento
es conocer cuándo enfada.

Su esperanza no la cifren
nunca en corazón alguno;
en el mayor infortunio
pongan su confianza en Dios;
de los hombres, sólo en uno,
con gran precaución, en dos.

Las faltas no tienen límites
como tienen los terrenos,
se encuentran en los más buenos
y es justo que les prevenga:
aquel que defetos tenga
disimule los agenos.

Al que es amigo, jamás
lo dejen en la estacada;
pero no Ie pidan nada
ni lo aguarden todo de él:
siempre el amigo más fiel
es una conduta honrada.

Ni el miedo ni la codicia
es bueno que a uno lo asalten,
ansí, no se sobresalten
por los bienes que perezcan;
al rico nunca le ofrezcan
y al pobre jamás le falten.

Bien lo pasa hasta entre pampas
el que respeta a la gente;
el hombre ha de ser prudente
para librarse de enojos;
cauteloso entre los flojos,
moderado entre valientes.

El trabajar es la ley,
porque es preciso alquirir;
no se espongan a sufrir
una triste situación:
sangra mucho el corazón
del que tiene que pedir.

Debe trabajar el hombre
para ganarse su pan;
pues la miseria, en su afán
de perseguir de mil modos,
Ilama en la puerta de todos
y entra en la del haragán.

A ningún hombre amenacen
porque naides se acobarda;
poco en conocerlo tarda
quien amenaza imprudente,
que hay un peligro presente
y otro peligro se aguarda.

Para vencer un peligro,
salvar de cualquier abismo,
por esperencia lo afirmo:
mas que el sable y que la lanza
suele servir la confianza
que el hombre tiene en si mismo.

Nace el hombre con la astucia
que ha de servirle de guía;
sin ella sucumbiría;
pero, sigún mi esperencia,
se vuelve en unos prudencia
y en los otros picardía.

Aprovecha la ocasión
el hombre que es diligente;
y ténganló bien presente
si al compararla no yerro:
la ocasión es como el fierro,
se ha de machacar caliente.

Muchas cosas pierde el hombre
que a veces las vuelve a hallar;
pero les debo enseñar,
y es bueno que lo recuerden:
si la vergüenza se pierde
jamás se vuelve a encontrar.

Los hermanos sean unidos,
porque ésa es la ley primera;
tengan unión verdadera
en cualquier tiempo que sea,
porque si entre ellos pelean
los devoran los de ajuera.

Respeten a los ancianos,
el burlarlos no es hazaña;
si andan entre gente estraña
deben ser muy precavidos,
pues por igual es tenido
quien con malos se acompaña.

La cigüeña, cuando es vieja
pierde la vista, y procuran
cuidarla en su edá madura
todas sus hijas pequeñas:
apriendan de las cigüeñas
este ejemplo de ternura.

Si les hacen una ofensa,
aunque la echen en olvido
vivan siempre prevenidos;
pues ciertamente sucede
que hablará muy mal de ustedes
aquél que los ha ofendido.

El que obedeciendo vive
nunca tiene suerte blanda;
mas con su soberbia agranda
el rigor en que padece:
obedezca el que obedece
y será bueno el que manda.

Procuren de no perder
ni el tiempo ni la vergüenza;
como todo hombre que piensa
procedan siempre con juicio,
y sepan que ningún vicio
acaba donde comienza.

Ave de pico encorvado
le tiene al robo afición;
pero el hombre de razón
no roba jamás un cobre,
pues no es vergüenza ser pobre
y es vergüenza ser ladrón.

El hombre no mate al hombre
ni pelée por fantasía;
tiene en la desgracia mía
un espejo en que mirarse:
saber el hombre guardarse
es la gran sabiduría.

La sangre que se redama
no se olvida hasta la muerte;
la impresión es de tal suerte,
que a mi pesar, no lo niego,
cái como gotas de fuego
en la alma del que la vierte.

Es siempre, en toda ocasión,
el trago el pior enemigo;
con cariño se los digo,
recuérdenló con cuidado:
aquél que ofiende embriagado
merece doble castigo.

Si se arma algún revolutis
siempre han de ser los primeros;
no se muestren altaneros
aunque la razón les sobre:
en la barba de los pobres
aprienden pa ser barberos.

Si entriegan su corazón
a alguna mujer querida,
no le hagan una partida
que la ofienda a la mujer:
siempre los ha de perder
una mujer ofendida.

Procuren, si son cantores,
el cantar con sentimiento,
no tiemplen el estrumento
por solo el gusto de hablar,
y acostúmbrensé a cantar
en cosas de jundamento.

Y les doy estos consejos,
que me ha costado alquirirlos,
porque deseo dirijirlos;
pero no alcanza mi cencia
hasta darles la prudencia
que precisan pa seguirlos.

Estas cosas y otras muchas,
medité en mis soledades;
sepan que no hay falsedades
ni error en estos consejos:
es de la boca de un viejo
de ande salen las verdadcs.

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