sábado, 23 de octubre de 2010

El gaucho Martín Fierro, Canto I

Aquí me pongo a cantar

al compás de la vigüela,

que el hombre que lo desvela

una pena estrordinaria,

como la ave solitaria

con el cantar se consuela.

 

Pido a los santos del cielo

que ayuden mi pensamiento:

les pido en este momento

que voy a cantar mi historia

me refresquen la memoria

y aclaren mi entendimiento.

 

Vengan santos milagrosos,

vengan todos en mi ayuda,

que la lengua se me añuda

y se me turba la vista;

pido a mi Dios que me asista

en una ocasión tan ruda.

 

Yo he visto muchos cantores,

con famas bien otenidas

y que después de alquiridas

no las quieren sustentar:

parece que sin largar

se cansaron en partidas.

 

Mas ande otro criollo pasa

Martín Fierro ha de pasar;

nada lo hace recular,

ni las fantasmas lo espantan,

y dende que todos cantan

yo también quiero cantar.

 

Cantando me he de morir,

cantando me han de enterrar,

y cantando he de llegar

al pie del Eterno Padre;

dende el vientre de mi madre

vine a este mundo a cantar.

 

Que no se trabe mi lengua

ni me falte la palabra;

el cantar mi gloria labra

y, poniéndome a cantar,

cantando me han de encontrar

aunque la tierra se abra.

 

Me siento en el plan de un bajo

a cantar un argumento;

como si soplara el viento

hago tiritar los pastos.

Con oros, copas y bastos

juega allí mi pensamiento.

 

Yo no soy cantor letrao

mas si me pongo a cantar

no tengo cuándo acabar

y me envejezco cantando:

las coplas me van brotando

como agua de manantial.

 

Con la guitarra en la mano

ni las moscas se me arriman;

naides me pone el pie encima,

y, cuando el pecho se entona,

hago gemir a la prima

y llorar a la bordona.

 

Yo soy toro en mi rodeo

y torazo en rodeo ajeno;

siempre me tuve por güeno

y si me quieren probar

salgan otros a cantar

y veremos quien es menos.

 

No me hago al lao de la güeya

aunque vengan degollando;

con los blandos yo soy blando

y soy duro con los duros,

y ninguno en un apuro

me ha visto andar tutubiando.

 

En el peligro ¡qué Cristos!

el corazón se me enancha,

pues toda la tierra es cancha,

y de esto naides se asombre;

el que se tiene por hombre

donde quiera hace pata ancha.

 

Soy gaucho, y entiéndalo

como mi lengua lo esplica:

para mí la tierra es chica

y pudiera ser mayor;

ni la víbora me pica

ni quema mi frente el sol.

 

Nací como nace el peje

en el fondo de la mar;

naides me puede quitar

aquéllo que Dios me dio:

lo que al mundo truje yo

del mundo lo he de llevar.

 

Mi gloria es vivir tan libre

como el pájaro del cielo;

no hago nido en este suelo

ande hay tanto que sufrir,

y naides me ha de seguir

cuando yo remuento el vuelo.

 

Yo no tengo en el amor

quien me venga con querellas;

como esas aves tan bellas

que saltan de rama en rama,

yo hago en el trébol mi cama

y me cubren las estrellas.

 

Y sepan cuantos escuchan

de mis penas el relato

que nunca peleo ni mato

sino por necesidá

y que a tanta alversidá

sólo me arrojó el mal trato.

 

Y atiendan la relación

que hace un gaucho perseguido,

que padre y marido ha sido

empeñoso y diligente,

y sin embargo la gente

lo tiene por un bandido.

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