Martín Fierro y sus dos hijos,
entre tanta concurrencia
siguieron con alegría
celebrando aquella fiesta.
Diez años, los mas terribles
había durado la ausencia
y al hallarse nuevamente
era su alegría completa.
En ese mesmo momento
uno que vino de afuera,
a tomar parte con ellos
suplicó que lo almitieran.
Era un mozo forastero
de muy regular presencia
y hacía poco que en el pago
andaba dando sus güeltas;
aseguraban algunos
que venía de la frontera
que había pelao a un pulpero
en las últimas carreras,
pero andaba despilchao,
no traia una prenda buena;
un recadito cantor
daba fe de sus pobrezas.
Le pidió la bendición
al que causaba la fiesta,
y sin decirles su nombre
les declaro con franqueza
que el nombre de Picardía
es et único que lleva,
y para contar su historia
a todos pide licencia,
diciéndolés que en seguida
iban a saber quién era:
tomó al punto la guitarra,
la gente se puso atenta,
y ansí cantó Picardía
en cuanto templó las cuerdas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario