sábado, 23 de octubre de 2010

La vuelta del Martín Fierro, Canto XVI

Cuando el viejo cayó enfermo,

viendo yo que se empioraba,

y que esperanza no daba

de mejorarse siquiera,

le truje una culandrera

a ver si lo mejoraba.

 

En cuanto lo vio me dijo:

"este no aguanta el sogazo;

"muy poco le doy de plazo;

"nos va a dar un espetáculo

"porque debajo del brazo

"le ha salido un tabernáculo."

 

Dice el refrán que en la tropa

nunca falta un güey corneta;

uno que estaba en la puerta

le pegó el grito áhi no más:

"Tabernáculo... qué bruto;

"un tubérculo, dirás."

 

Al verse ansí interrumpido

al punto dijo el cantor:

"No me parece ocasión

"de meterse los de ajuera

"tabernáculo, señor

"le decía la culandrera."

 

El de ajuera repitió

dándole otro chaguarazo;

"Allá va un nuevo bolazo,

"copo y se lo gano en puerta:

"a las mujeres que curan

se las llama curanderas".

 

No es bueno, dijo el cantor,

muchas manos en un plato,

y diré al que ese barato

ha tomao de entremetido,

que no créia haber venido

a hablar entre literatos.

 

Y para seguir contando

la historia de mi tutor

le pediré a ese dotor

que en mi inorancia me deje,

pues siempre encuentra el que teje

otro mejor tejedor.

 

 

Seguía enfermo como digo,

cada vez más emperrao;

yo estaba ya acobardao

y lo espiaba dende lejos:

era la boca del viejo

la boca de un condenao.

 

Allá pasamos los dos

noches terribles de invierno

él maldecía al Padre Eterno

como a los santos benditos,

pidiendolé al diablo a gritos

que lo llevara al infierno.

 

Debe ser grande la culpa

que a tal punto mortifica;

cuando vía una reliquia

se ponía como azogado,

como si a un endemoniado

le echaran agua bendita.

 

Nnnca me le puse a tiro,

pues era de mala entraña,

y viendo herejía tamaña,

sl alguna cosa le daba

de lejos se la alcanzaba

en la punta de una caña.

 

Será mejor, decía yo

que abandonado lo deje,

que blasfeme y que se queje

y que siga de esta suerte,

hasta que venga la muete

y cargue con este hereje.

 

Cuando ya no pudo hablar

le até en la mano un cencerro,

y al ver cercano su entierro,

arañando las paredes

espiró allí, entre los perros

y este servidor de ustedes.

 

 

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