Cuando el viejo cayó enfermo,
viendo yo que se empioraba,
y que esperanza no daba
de mejorarse siquiera,
le truje una culandrera
a ver si lo mejoraba.
En cuanto lo vio me dijo:
"este no aguanta el sogazo;
"muy poco le doy de plazo;
"nos va a dar un espetáculo
"porque debajo del brazo
"le ha salido un tabernáculo."
Dice el refrán que en la tropa
nunca falta un güey corneta;
uno que estaba en la puerta
le pegó el grito áhi no más:
"Tabernáculo... qué bruto;
"un tubérculo, dirás."
Al verse ansí interrumpido
al punto dijo el cantor:
"No me parece ocasión
"de meterse los de ajuera
"tabernáculo, señor
"le decía la culandrera."
El de ajuera repitió
dándole otro chaguarazo;
"Allá va un nuevo bolazo,
"copo y se lo gano en puerta:
"a las mujeres que curan
se las llama curanderas".
No es bueno, dijo el cantor,
muchas manos en un plato,
y diré al que ese barato
ha tomao de entremetido,
que no créia haber venido
a hablar entre literatos.
Y para seguir contando
la historia de mi tutor
le pediré a ese dotor
que en mi inorancia me deje,
pues siempre encuentra el que teje
otro mejor tejedor.
Seguía enfermo como digo,
cada vez más emperrao;
yo estaba ya acobardao
y lo espiaba dende lejos:
era la boca del viejo
la boca de un condenao.
Allá pasamos los dos
noches terribles de invierno
él maldecía al Padre Eterno
como a los santos benditos,
pidiendolé al diablo a gritos
que lo llevara al infierno.
Debe ser grande la culpa
que a tal punto mortifica;
cuando vía una reliquia
se ponía como azogado,
como si a un endemoniado
le echaran agua bendita.
Nnnca me le puse a tiro,
pues era de mala entraña,
y viendo herejía tamaña,
sl alguna cosa le daba
de lejos se la alcanzaba
en la punta de una caña.
Será mejor, decía yo
que abandonado lo deje,
que blasfeme y que se queje
y que siga de esta suerte,
hasta que venga la muete
y cargue con este hereje.
Cuando ya no pudo hablar
le até en la mano un cencerro,
y al ver cercano su entierro,
arañando las paredes
espiró allí, entre los perros
y este servidor de ustedes.
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