sábado, 23 de octubre de 2010

La vuelta del Martín Fierro, Canto XXIII

Un nápoles mercachifle

que andaba con un arpista

cayó también en la lista

sin dificultá ninguna;

lo agarré a la treinta y una

y le daba bola vista.

 

Se vino haciendo el chiquito,

por sacarme esa ventaja;

en el pantano se encaja,

aunque robo se le hacía:

le cegó Santa Lucía

y desocupó las cajas.

 

Lo hubieran visto afligido

llorar por las chucherías;

"ma gañao con picardía"

"decía el gringo y lagrimiaba,

mientras yo en un poncho alzaba

todita su merchería.

 

Quedó allí aliviao del peso

sollozando sin consuelo,

había cáido en el anzuelo

tal vez porque era domingo,

y esa calidá de gringo

no tiene santo en el cielo.

 

Pero poco aproveché

de fatura tan lucida:

el diablo no se descuida,

y a mí me seguía la pista

un ñato muy enredista

que era Oficial de partida.

 

Se me presentó a esigir

la multa en que había incurrido,

que el juego estaba prohibido,

que iba a llevarme al cuartel;

tuve que partir con él

todo lo que había alquirido.

 

Empecé a tomarlo entre ojos

por esa albitrariedá:

yo había ganao, es verdá,

con recursos, eso sí;

pero él me ganaba a mí

fundao en su autoridá.

 

 

Decían que por un delito

mucho tiempo anduvo mal;

un amigo servicial

lo compuso con el Juez,

y poco tiempo después

lo pusieron de Oficial.

 

En recorrer el partido

continuamiente se empleaba,

ningun malevo agarraba,

pero tráia en un carguero

gallinas, pavos, corderos

que por áhi recoletaba.

 

No se debía permitir

el abuso a tal estremo:

mes a mes hacía lo mesmo,

y ansí decía el vecindario,

"este ñato perdulario

"ha resucitado el diezmo".

 

La echaba de guitarrero

y hasta de concertador:

sentao en el mostrador

lo hallé una noche cantando

y le dije: "co... mo. ... quiando

con ganas de óir un cantor".

 

Me echó el ñato una mirada

que me quiso devorar;

mas no dejó de cantar

y se hizo el desentendido,

pero ya había conocido

que no lo podía pasar.

 

Una tarde que me hallaba

de visita... vino el ñato,

y para darle un mal rato

dije fuerte "Ña... to... ribia

"no cebe con la agua tibia",

y me la entendió el mulato.

 

Era el todo en el Juzgao,

y como que se achocó

áhi no más me contestó:

"Cuanto el caso se presiente

"te he de hacer tomar caliente

"y has de saber quién soy yo."

 

Por causa de una mujer

se enredó más la cuestión:

le tenía el ñato aflición,

ella era mujer de ley,

moza con cuerpo de güey,

muy blanda de corazón.

 

La hallé una vez de amasijo,

estaba hecha un embeleso,

y le dije: "Me intereso

"en aliviar sus quehaceres,

"y ansí, señora, ai quiere

"yo le arrimaré los güesos.

 

Estaba el ñato presente,

sentado como de adorno;

por evitar un trastorno

ella, al ver que se dijusta,

me contestó: "Si usté gusta

"arrímelós junto al horno."

 

Ahi se enredó la madeja

y su enemistá conmigo;

se declaró mi enemigo,

y por aquel cumplimiento

ya sólo buscó el momento

de hacerme dar un castigo.

 

Yo véia que aquel maldito

me miraba con rencor,

buscando el caso mejor

de poderme echar el pial;

y no vive más el lial

que lo que quiere el traidor.

 

 

No hay matrero que no caiga,

ni arisco que no se amanse;

ansí yo, desde aquel lance

no salía de algún rincón,

tirao como el San Ramón

después que se pasa el trance.

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