Vamos dentrando recién
a la parte más sentida,
aunque es todita mi vida
de males una cadena:
a cada alma dolorida
le gusta cantar sus penas.
Se empezó en aquel entonces
a rejuntar caballada
y riunir la milicada
teniéndolá en el cantón,
para una despedición
a sorprender a la indiada.
Nos anunciaban que iríamos
sin carretas ni bagajes
a golpiar a los salvajes
en sus mesmas tolderías;
que a la güelta pagarían
licenciándolo al gauchaje.
Que en esta despedición
tuviéramos la esperanza,
que iba a venir sin tardanza,
sigún el jefe contó,
un menistro o qué sé yo...
que lo llamaban Don Ganza.
Que iba a riunir el ejército
y tuitos los batallones
y que traiba unos cañones
con más rayas que un cotín.
¡Pucha!... Las conversaciones
por allá no tenían fin.
Pero esas trampas no enriedan
a los zorros de mi laya;
que el menistro venga o vaya.
poco le importa a un matrero.
Yo también dejé las rayas...
en los libros del pulpero.
Nunca jui gaucho dormido,
siempre pronto, siempre listo,
yo soy un hombre ¡que Cristo!
que nada me ha acobardao.
y siempre salí parao
en los trances que me he visto.
Dende chiquito gané
la vida con mi trabajo,
y aunque siempre estuve abajo
y no sé lo que es subir,
también el mucho sufrir
suele cansarnos ¡barajo!
En medio de mi inorancia
conozco que nada valgo:
soy la liebre o soy el galgo
asigún los tiempos andan;
pero también los que mandan
debieran cuidarnos algo.
Una noche que riunidos
estaban en la carpeta
empinando una limeta
el jefe y el Juez de Paz,
yo no quise aguardar más
y me hice humo en un sotreta.
Para mi el campo son flores
dende que libre me veo;
donde me lleva el deseo
allí mis pasos dirijo
y hasta en las sombras, de fijo
que a dondequiera rumbeo.
Entro y salgo del peligro
sin que me espante el estrago;
no aflojo al primer amago
ni jamás fí gaucho lerdo:
soy pa rumbiar como el cerdo
y pronto cái a mi pago.
Volvía al cabo de tres años
de tanto sufrir al ñudo,
resertor, pobre y desnudo,
a procurar suerte nueva,
y lo mesmo que el peludo
enderecé pa mi cueva.
No hallé ni rastro del rancho;
¡sólo estaba la tapera!
¡Por Cristo, si aquéllo era
pa enlutar el corazón:
yo juré en esa ocasión
ser más malo que una fiera!
¡Quién no sentirá lo mesmo
cuando ansí padece tanto!
Puedo asigurar que el llanto
como una mujer largué.
¡Ay mi Dios, si me quedé
más triste que Jueves Santo!
Sólo se oíban los aullidos
de un gato que se salvó;
el pobre se guareció
cerca, en una vizcachera;
venía como si supiera
que estaba de güelta yo.
Al dirme dejé la hacienda
que era todito mi haber;
pronto debíamos volver,
según el Juez prometía,
y hasta entonces cuidaría
de los bienes la mujer.
Después me contó un vecino
que el campo se lo pidieron,
la hacienda se la vendieron
pa pagar arrendamientos,
y qué sé yo cuántos cuentos;
pero todo lo fundieron.
Los pobrecitos muchachos
entre tantas afliciones
se conchabaron de piones;
¡mas qué iban a trabajar,
si eran como los pichones
sin acabar de emplumar!
Por áhi andarán sufriendo
de nuestra suerte el rigor:
me han contao que el mayor
nunca dejaba a su hermano;
puede ser que algún cristiano
los recoja por favor.
¡Y la pobre mi mujer
Dios sabe cuánto sufrió!
Me dicen que se voló
con no sé qué gavilán,
sin duda a buscar el pan
que no podía darle yo.
No es raro que a uno le falte
lo que a algún otro le sobre;
si no le quedó ni un cobre
sino de hijos un enjambre,
¿qué más iba a hacer la pobre
para no morirse de hambre?
Tal vez no te vuelva a ver,
prenda de mi corazón:
Dios te dé su protección
ya que no me la dió a mí,
y a mis hijos dende aquí
les echo mi bendición.
Como hijitos de la cuna
andaban por áhi sin madre.
Ya se quedaron sin padre
y ansí la suerte los deja,
sin naides que los proteja
y sin perro que los ladre.
Los pobrecitos tal vez
no tengan ande abrigarse,
ni ramada ande ganarse,
ni un rincón ande meterse,
ni camisa que ponerse,
ni poncho con que taparse.
Tal vez los verán sufrir
sin tenerles compasión;
puede que alguna ocasión
aunque los vean tiritando
los echen de algún jogón
pa que no estén estorbando.
Y al verse ansina espantaos
como se espanta a los perros,
irán los hijos de Fierro
con la cola entre las piernas,
a buscar almas más tiernas
o esconderse en algún cerro.
Mas también en este juego
voy a pedir mi bolada;
a naides le debo nada
ni pido cuartel ni doy,
y ninguno dende hoy
ha de llevarme en la armada.
Yo he sido manso, primero,
y seré gaucho matrero
en mi triste circustancia,
aunque es mi mal tan projundo;
nací y me he criao en estancia,
pero ya conozco el mundo.
Ya le conozco sus mañas,
le conozco sus cucañas,
sé cómo hacen la partida,
la enriedan y la manejan:
deshaceré la madeja
aunque me cueste la vida.
Y aguante el que no se anime
a meterse en tanto engorro,
o si no aprétesé el gorro
o para otra tierra emigre;
pero yo ando como el tigre
que le roban los cachorros.
Aunque muchos cren que el gaucho
tiene un alma de reyuno,
no se encontrará ninguno
que no lo dueblen las penas;
mas no debe aflojar uno
mientras hay sangre en las venas.
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